
Las especialidades que sugirió no me gustaron, pero me las comí para guardar las formas. Ella dejo mas de la mitad de lo que le sirvieron en su plato. Tomo media copa de vino y estuvo observando sin hablar demasiado. Para mi era una situación un poco violenta.
Mientras cenamos íbamos hablando de temas intrascendentes. Le dije que era consultor de empresas y que había ido a una convención de industriales del sector de electrodomésticos que se celebraba en esos días. Para que fuese creíble, le dije que había quedado con un colega de allí. Era una reunión de prestigio mundial y no era extraño asistir. Obviamente, la persona con la que había quedado me ayudaría con el engorroso problema del idioma.
- ¿Qué casualidad? – Me dijo – yo también voy a la convención
Me explicó quien era y que había venido a lo mismo que yo
La fui observando a medida que hablaba. Diana era una mujer muy bonita, de conversación fácil, acostumbrada a llevar el ritmo de la misma, y aparentemente algo banal. Esta impresión se acentuaba con su aspecto. Vestía moderna pero elegante y con ropa cara. Pocas joyas. Un Cartier Pasha delataba su gusto por los buenos relojes. Sabia que llamaba la atención y lo explotaba en su beneficio cuando tenia ocasión
Pero eso, yo ya lo sabia. No había que dejarse engañar por la estética exterior. Al mirarla a sus azules ojos, se apreciaba una frialdad que chocaba con su educada cordialidad.
Su teléfono móvil comenzó a sonar y después de mirar la pantalla, lo apago.
- Debo irme – dijo Diana
- Disculpa, te estoy entreteniendo
- No, pero ahora debo irme, me están esperando.
Se levanto de la mesa con intención de pagar la cuenta, a lo que yo me negué. No insistió.
- Encantada de haber cenado contigo, ya nos veremos
A medida que se iba alejando, la mire y reconocí que realmente era una mujer espectacular. Podría sacar lo que quisiese de la mayoría de los hombres.
Pague la cuenta y al ver que todavía era pronto, me acerqué hacia el río, paseando. No hubiese tenido sentido seguirla. Ella llevaba el Porsche y yo iba andando.
Caminaba por la ribera. Todavía se podían ver algunas de las inmensas barcazas, que parecían a punto de hundirse, por la carga que llevaban, navegando por el río. Era un medio de transporte muy utilizado y durante el día se veían con asiduidad deslizándose con lentitud hacia destinos desconocidos. No había mucha gente paseando. Algunos jóvenes charlaban despreocupadamente, sentados en el muro que lo bordeaba.

Llegue a un punto en el que unas escaleras permitían acceder a una zona de ocio en la misma orilla del río. Se había habilitado con mesas y cubiertos de madera donde se ubicaban bares en los que, principalmente gente joven, bebía la típica cerveza alemana.
Después de una hora y cansado por el viaje, decidí coger un taxi para volver al hotel.
Por deformación profesional siempre me fijaba en los vehículos que circulaban. En dos ocasiones, al parar el taxi en un semáforo, vi por el espejo retrovisor, un BMW con dos personas con rasgos orientales en su interior.
El coche nos siguió hasta el hotel y al entrar yo en el hall, desapareció.
En la habitación anoté la matricula del vehiculo en un papel y encendí el portátil para poner un correo a un amigo que trabajaba en INTERPOL en Madrid. No me gustaba que me siguiesen y quería intentar averiguar quienes eran.
Me tumbé en la cama y a los pocos segundos me había quedado dormido.
A la mañana siguiente me despertó una llamada de teléfono. Dormí mas de lo previsto. Era mi amigo policía. Me informó de que el vehiculo estaba registrado a nombre de una compañía china de importación y exportación, y que aparentemente todo estaba en orden. Le di las gracias y me preparé para llegar a tiempo a la convención
No vi a Diana hasta pocos minutos antes de dar comienzo las ponencias. Estaba charlando animadamente con dos hombres. Me hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo y siguió en la conversación.
Me sorprendió que uno de los dos interlocutores era oriental.

Las conferencias se fueron sucediendo, una tras otra. Eran tediosas. Por suerte había traducción simultanea y pude enterarme de algo de lo que se decía, que en realidad no me importaba ni lo mas mínimo, pero necesitaba saberlo por si surgía la conversación con ella. Me situé cuatro filas detrás de ella donde la podía observar sin ningún problema.
Comimos en el mismo centro de congresos y ella se sentó a la mesa con los mismos hombres con los que había estado hablando a la entrada.
En un momento de la comida vi que ella gesticulaba mas de lo normal Su expresión se altero y el volumen de su voz se elevó por encima del murmullo ambiente, hasta que se dio cuenta de que estaba llamando la atención.
Una fugaz mirada a mi mesa hizo que se diese cuenta de que me había percatado de la situación.
Recuperó la compostura y siguió hablando con normalidad, pero su expresión ya no volvió a ser la misma.
El día terminó igual que empezó. Mortalmente aburrido.
Al llegar al hotel, decidí tomar algo en el bar. Ella había vuelto en taxi, como yo y pude seguirla sin mayor problema. Fue un trayecto directo desde el centro de congresos hasta el hotel. Preferí esperar en el bar, donde podía observar si volvía a salir. Después de una hora y haber tomado dos Talisker, me fui a la habitación a darme una ducha para salir a cenar. No creía que ella fuese a salir ya.
En el transcurso de las horas siguientes, los acontecimientos se precipitaron.
Cuando iba a salir del hotel a cenar, vi como Diana entraba en una limusina con los cristales tintados y con chofer, oriental otra vez. Tuve el tiempo justo para coger un taxi de los que había en la puerta del hotel y la suerte de que el taxista fuese hijo de emigrantes españoles. Le pude decir que siguiese a la limusina después de intentar hacerlo con las cuatro palabras que sabia de alemán.
La limusina se dirigió hacia Solingen, un barrio de Dusseldorf, y entro en un recinto vallado que tenia en su interior una casa de aspecto señorial y dos Doberman correteando por el jardín de la entrada, por lo que no era sencillo entrar. Espere durante unos minutos. Tome nota del lugar y le dije a mi amable taxista que me llevase de vuelta al hotel.
Ya en la habitación, encendí el portátil y al revisar los correos, vi uno de mi amigo de INTERPOL. Había contactado con un colega de la policía alemana y le pidió que investigase un poco, preocupado por el hecho de que me hubiesen seguido. La compañía de importación estaba siendo investigada de forma no oficial, por que la policía alemana tenia alguna sospecha de sus actividades. El responsable de la compañía era el testaferro de un industrial chino que había amasado una fortuna en un tiempo record.
Al día siguiente, Diana no asistió a la convención. Tampoco volvió al hotel.
Su cadáver apareció horas mas tarde flotando en el Rin ……………
Continuara
H. Chinaski
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