domingo, 13 de diciembre de 2009

EL INFLUJO DEL RIN (III)



Las especialidades que sugirió no me gustaron, pero me las comí para guardar las formas. Ella dejo mas de la mitad de lo que le sirvieron en su plato. Tomo media copa de vino y estuvo observando sin hablar demasiado. Para mi era una situación un poco violenta.
Mientras cenamos íbamos hablando de temas intrascendentes. Le dije que era consultor de empresas y que había ido a una convención de industriales del sector de electrodomésticos que se celebraba en esos días. Para que fuese creíble, le dije que había quedado con un colega de allí. Era una reunión de prestigio mundial y no era extraño asistir. Obviamente, la persona con la que había quedado me ayudaría con el engorroso problema del idioma.

- ¿Qué casualidad? – Me dijo – yo también voy a la convención

Me explicó quien era y que había venido a lo mismo que yo
La fui observando a medida que hablaba. Diana era una mujer muy bonita, de conversación fácil, acostumbrada a llevar el ritmo de la misma, y aparentemente algo banal. Esta impresión se acentuaba con su aspecto. Vestía moderna pero elegante y con ropa cara. Pocas joyas. Un Cartier Pasha delataba su gusto por los buenos relojes. Sabia que llamaba la atención y lo explotaba en su beneficio cuando tenia ocasión
Pero eso, yo ya lo sabia. No había que dejarse engañar por la estética exterior. Al mirarla a sus azules ojos, se apreciaba una frialdad que chocaba con su educada cordialidad.

Su teléfono móvil comenzó a sonar y después de mirar la pantalla, lo apago.

- Debo irme – dijo Diana
- Disculpa, te estoy entreteniendo
- No, pero ahora debo irme, me están esperando.

Se levanto de la mesa con intención de pagar la cuenta, a lo que yo me negué. No insistió.

- Encantada de haber cenado contigo, ya nos veremos
A medida que se iba alejando, la mire y reconocí que realmente era una mujer espectacular. Podría sacar lo que quisiese de la mayoría de los hombres.
Pague la cuenta y al ver que todavía era pronto, me acerqué hacia el río, paseando. No hubiese tenido sentido seguirla. Ella llevaba el Porsche y yo iba andando.
Caminaba por la ribera. Todavía se podían ver algunas de las inmensas barcazas, que parecían a punto de hundirse, por la carga que llevaban, navegando por el río. Era un medio de transporte muy utilizado y durante el día se veían con asiduidad deslizándose con lentitud hacia destinos desconocidos. No había mucha gente paseando. Algunos jóvenes charlaban despreocupadamente, sentados en el muro que lo bordeaba.



Llegue a un punto en el que unas escaleras permitían acceder a una zona de ocio en la misma orilla del río. Se había habilitado con mesas y cubiertos de madera donde se ubicaban bares en los que, principalmente gente joven, bebía la típica cerveza alemana.
Después de una hora y cansado por el viaje, decidí coger un taxi para volver al hotel.

Por deformación profesional siempre me fijaba en los vehículos que circulaban. En dos ocasiones, al parar el taxi en un semáforo, vi por el espejo retrovisor, un BMW con dos personas con rasgos orientales en su interior.
El coche nos siguió hasta el hotel y al entrar yo en el hall, desapareció.
En la habitación anoté la matricula del vehiculo en un papel y encendí el portátil para poner un correo a un amigo que trabajaba en INTERPOL en Madrid. No me gustaba que me siguiesen y quería intentar averiguar quienes eran.
Me tumbé en la cama y a los pocos segundos me había quedado dormido.

A la mañana siguiente me despertó una llamada de teléfono. Dormí mas de lo previsto. Era mi amigo policía. Me informó de que el vehiculo estaba registrado a nombre de una compañía china de importación y exportación, y que aparentemente todo estaba en orden. Le di las gracias y me preparé para llegar a tiempo a la convención

No vi a Diana hasta pocos minutos antes de dar comienzo las ponencias. Estaba charlando animadamente con dos hombres. Me hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo y siguió en la conversación.
Me sorprendió que uno de los dos interlocutores era oriental.



Las conferencias se fueron sucediendo, una tras otra. Eran tediosas. Por suerte había traducción simultanea y pude enterarme de algo de lo que se decía, que en realidad no me importaba ni lo mas mínimo, pero necesitaba saberlo por si surgía la conversación con ella. Me situé cuatro filas detrás de ella donde la podía observar sin ningún problema.
Comimos en el mismo centro de congresos y ella se sentó a la mesa con los mismos hombres con los que había estado hablando a la entrada.
En un momento de la comida vi que ella gesticulaba mas de lo normal Su expresión se altero y el volumen de su voz se elevó por encima del murmullo ambiente, hasta que se dio cuenta de que estaba llamando la atención.
Una fugaz mirada a mi mesa hizo que se diese cuenta de que me había percatado de la situación.
Recuperó la compostura y siguió hablando con normalidad, pero su expresión ya no volvió a ser la misma.
El día terminó igual que empezó. Mortalmente aburrido.
Al llegar al hotel, decidí tomar algo en el bar. Ella había vuelto en taxi, como yo y pude seguirla sin mayor problema. Fue un trayecto directo desde el centro de congresos hasta el hotel. Preferí esperar en el bar, donde podía observar si volvía a salir. Después de una hora y haber tomado dos Talisker, me fui a la habitación a darme una ducha para salir a cenar. No creía que ella fuese a salir ya.

En el transcurso de las horas siguientes, los acontecimientos se precipitaron.
Cuando iba a salir del hotel a cenar, vi como Diana entraba en una limusina con los cristales tintados y con chofer, oriental otra vez. Tuve el tiempo justo para coger un taxi de los que había en la puerta del hotel y la suerte de que el taxista fuese hijo de emigrantes españoles. Le pude decir que siguiese a la limusina después de intentar hacerlo con las cuatro palabras que sabia de alemán.
La limusina se dirigió hacia Solingen, un barrio de Dusseldorf, y entro en un recinto vallado que tenia en su interior una casa de aspecto señorial y dos Doberman correteando por el jardín de la entrada, por lo que no era sencillo entrar. Espere durante unos minutos. Tome nota del lugar y le dije a mi amable taxista que me llevase de vuelta al hotel.

Ya en la habitación, encendí el portátil y al revisar los correos, vi uno de mi amigo de INTERPOL. Había contactado con un colega de la policía alemana y le pidió que investigase un poco, preocupado por el hecho de que me hubiesen seguido. La compañía de importación estaba siendo investigada de forma no oficial, por que la policía alemana tenia alguna sospecha de sus actividades. El responsable de la compañía era el testaferro de un industrial chino que había amasado una fortuna en un tiempo record.

Al día siguiente, Diana no asistió a la convención. Tampoco volvió al hotel.
Su cadáver apareció horas mas tarde flotando en el Rin ……………


Continuara

H. Chinaski

Alguna imagen ha sido tomada de Google

martes, 8 de diciembre de 2009

EL INFLUJO DEL RIN ( I I )


…….

- Gracias, lo cierto es que necesito ayuda. No consigo que me entiendan

Después de presentarme, ella, en un perfecto alemán explicó al recepcionista lo que quería. Por suerte, la solicitud de mi reserva estaba confirmada, ya que el hotel se encontraba lleno.
Al entregarme la tarjeta-llave, me entregaron también un sobre.
Le agradecí cortésmente su ayuda y me dirigí hacia mi habitación acompañado por el mismo botones que había recogido mi maleta del taxi.
Mientras subía en el ascensor, pensé que me había librado por los pelos de una situación desagradable si, por alguna circunstancia, mi cara le hubiese sido familiar.
Deshice la maleta y cuando terminé de colgar la ropa, conecté el portátil y abrí el sobre donde se supone que estaban los detalles del viaje de mi objetivo. En el interior, encontré una hoja con la dirección de una Web y una clave
Tecleé la dirección www.megaupload.com y me llevó hasta una página donde se colgaban archivos de información pesados y que mediante una clave facilitada por el sistema, permitía a un tercero, descargar esos archivos.
Introduje la clave y pude ver los detalles de que me había hablado Luis Forniés, la persona que me contrató.
Era una convención de industriales de su sector a la que, en principio, Diana, su mujer, no iba a asistir pero repentinamente cambió de idea y programó el viaje. Además de lo que iba a ser la agenda de Diana en los próximos días, había unas fotografías, tomadas con precipitación, de un hombre acompañando a Diana en distintos lugares de la ciudad.
Las observo con cuidado y en principio no encontró detalles que le llamasen la atención. Todo parecía normal. Podían haber sido perfectamente citas relacionadas con el negocio.

Diana, además de ser la mujer de Luis, ocupaba en la empresa el cargo de Directora de Relaciones Exteriores. Mujer joven, de treinta años, dinámica, inflexible e incansable en el trabajo. Cuando se caso le dijo a su marido que no iba a quedarse de brazos cruzados, que no iba a asumir el papel de Sra. de … Quería trabajar, así que entro en el departamento de comercio exterior, y empezó a conocer el funcionamiento de la empresa. En dos años dobló las ventas al extranjero, que ya eran considerables antes de llegar ella.
Llevaban cinco años de casados y ella viajaba mucho, lo que no hacia ninguna gracia a su marido, pero respetaba sus decisiones. A partir del tercer año de matrimonio, Luis empezó a sospechar algo, y al no obtener respuestas convincentes de ella, contrató al primer investigador, con la intención de saber que ocurría.


Encendió un cigarrillo y se acerco a la ventana de la habitación. La ciudad comenzaba a relajar su frenética actividad diurna, para dar paso a la no menos frenética actividad nocturna.
Se metió en la ducha y mientras el agua caía sobre su cuerpo, las lagrimas afloraron sin poderlo evitar, las gotas se deslizaban con rapidez por su rostro fundiéndose con sus hermanas, hasta desaparecer por el infecto desagüe. Triste final para una manifestación de dolor, acabar en el Rin.
Se vistió, cogió una pequeña mochila y salio de la habitación.
Las dos horas del vuelo, el traslado al hotel y el tiempo que tardo en instalarse, hicieron que un manto de oscuridad cubriese la ciudad.


No quiero permanecer acompañado por la aplastante soledad que me transmite una habitación de hotel. Siguen siendo los peores momentos del día y necesito distraer mi mente para no caer, otra vez, en las garras de mi fiel compañera estos últimos años. No me lo puedo permitir.
Sigo queriéndola como el primer día y a pesar de que se, que no la podré recuperar, añoro su compañía, sus palabras de aliento en los momentos difíciles, las tardes junto a la chimenea, arropados con una manta, viendo como la desigual batalla entre el fuego y la madera, acaba siendo ganada por la llama purificadora. Me giro, indefectiblemente cuando, caminando por la calle, me cruzo con alguna mujer que lleva su perfume favorito, la busco entre el gentío. Algo se clava en mi corazón al escuchar sus canciones favoritas.
Y no puedo dejar de recordar

Caminé por las calles próximas al hotel. Recordaba del viaje anterior, cual era el trayecto a recorrer para llegar a la zona antigua de la ciudad.
Llegue hasta una avenida cercana, era como un boulevard parisino, llena de preciosos árboles, que la favorable climatología de la zona, engalanaba con una variedad de colores propios del otoño. Vi una parada de tranvía en la misma avenida y al momento llegó. Cuando me había sentado, la vi acercarse a un Porsche negro que estaba estacionado y subir a el. El tranvía reanudo su marcha y la seguí con la vista hasta que arranco a toda velocidad.
Quince minutos mas tarde llegué a las proximidades de la recuperada zona antigua de la ciudad. Buscaba una calle peatonal típica, repleta de bares y que en los días que el clima lo permitía se llenaba de mesas y de gente. Estaba siendo un otoño benigno y la marea humana que se desplazaba por allí era considerable.

En esta ocasión fue ella la que me vio. Estaba sentada en la terraza de un bar tomando una cerveza y al pasar a su lado me saludó.
Esto estaba empezando a resultar extraño. No tenia pensado empezar a seguirla hasta el día siguiente, y en unas horas estaba hablando con ella por segunda vez

- ¡Hola!, ¿Qué tal? – me saludo cortésmente - ¿ya se ha instalado?
- Si, muchas gracias por su ayuda.
- ¿Le apetece tomar algo?

Debí de poner una cara de tierra trágame tan exagerada, que al instante rectificó

- Disculpe la impertinencia , tendrá algún compromiso
- No, no, - me apresuré a decir- es que me ha sorprendido su invitación
- Pues no se sorprenda, somos del mismo país y estamos en el extranjero, además ya le conocía

Intenté poner cara de póker

- ¿Perdón?
- Del hotel
- ¡Ah! Claro del hotel
- ¿De que iba a ser si no? – me dijo sonriendo- ¿Qué le apetece tomar? Yo he pedido una especialidad de aquí que no tengo muy claro lo que lleva, pero que está exquisita. ¿Quiere compartir cena conmigo?. Es aburrido cenar sola.
- Por supuesto

La situación empezaba a complicarse, pero ya no podía retroceder. Estaba cenando con mi objetivo. Mi anonimato se había ido a la mierda a las dos horas de pisar suelo germano. Bien, pensé, vamos a aprovechar las ventajas que este cambio de guión puedan tener.
Por el momento, el hilo de la conversación lo estaba llevando ella.

- Si te parece nos podemos tutear
- Me parece bien – respondí –
- Y ¿a que te dedicas? Ángel

…………
Continuara

H. Chinaski

domingo, 6 de diciembre de 2009

EL INFLUJO DEL RIN I


Llevaba tres meses siguiéndola y no había obtenido resultados positivos.

En, realidad, los resultados de la investigación, no estaban siendo los que habían motivado su contratación.

Su marido estaba convencido de que tenía un amante y quería pruebas para presentar la solicitud de divorcio.


- El dinero no va a ser un problema


Le dijo cuando lo fue a visitar y le advirtió de que no iba a ser barato.

A sus cuarenta años era una institución en al campo de los investigadores privados. Se había ganado una merecida fama, a base de éxitos en casos en los que otros habían cosechado fracasos. Tenía un sexto sentido para intuir cuando las cosas eran lo que parecían o no. Normalmente no le fallaba.

Su vida privada, no resistió la dedicación que requiere un trabajo de ese tipo y pagó las consecuencias. Se separó de su mujer, mejor dicho, ella de él, queriéndola más que cuando se casaron, a pesar del deterioro de su matrimonio con el paso de los años. No tenían hijos y cometió el error de ponerlo entre la espada y la pared.


- O tu trabajo, o yo


Ganó su trabajo. Era su vida. Era muy bueno en lo que hacía y no sabía hacer otra cosa. Sabía que si hubiese aceptado, el final hubiese sido el mismo, pero unos meses más tarde.


No tenían problemas económicos. El patrimonio familiar de ella les hubiera permitido vivir sin trabajar, pero él jamás quiso eso.

La única concesión que se permitió en ese sentido fue el regalo que ella le hizo, cuando llevaban diez años de casados.

Sabía que le apasionaban los automóviles y le regaló un Maserati Quattroporte, un vehículo que alcanzaba casi los 300 km/h y con el que daba rienda suelta a sus, cada vez mas frecuentes, necesidades de quemar adrenalina.



El taxista sorteó el tráfico para dirigirse hacia el aeropuerto lo más rápido posible. Llegó con el tiempo justo para poder embarcar en el vuelo de Lufthansa hacia Düsseldorf, que salía a las 17 horas.




El marido le avisó, prácticamente sin tiempo, del inesperado viaje de su mujer. Tenía que seguirla, fuese donde fuese.


El vuelo, fue una odisea. En dos ocasiones, dio la sensación de que se paraban los motores del avión. Fueron dos horas interminables y el aterrizaje la culminación de un viaje insufrible.


Ya había estado varias veces en Alemania y siempre me encontraba con los mismos problemas. Yo no hablaba ni alemán ni inglés, por lo que era una aventura continua desde que pisaba suelo germano.

El aeropuerto de Düsseldorf tiene un tamaño muy respetable, y había que recorrer un buen trecho hasta llegar a la zona de recogida de equipaje. Aligeré el paso y con la maleta en mi mano, me dirigí hacia la salida.

Recordé la anarquía que se producía en la zona de taxis. La primera vez que estuve, intenté ser educado y respetar mi turno hasta que viniese el taxi que me correspondía. Quince minutos y quince taxis más tarde, decidí que allí imperaba la ley del más fuerte, visto el comportamiento de los viajeros, que indefectiblemente se lanzaban hacia el vehículo, antes de que este hubiese parado, haciendo caso omiso de las protestas de los que ingenuamente, pesaban que les correspondía.

En esta ocasión actué en consecuencia, sin pararme a comprobar si alguien había puesto orden allí.

El taxista entendió mi escueta conversación en la que le mencioné dos palabras Hotel Hilton.


En anteriores ocasiones había elegido el Swiss Hotel. Me gustaba por que estaba algo alejado de la ciudad, a la orilla del Rin, y ofrecía tranquilidad y discreción.

Ahora no había podido elegir. Las instrucciones del marido eran claras. Se alojará en el Hotel Hilton, encontrará en recepción un sobre conteniendo los detalles del viaje.


El taxi llegó a la puerta del hotel y un diligente botones se acercó a recoger la maleta. Me acerqué al mostrador de recepción e intenté hacerme entender en español y en francés, pero fue inútil. Ninguno de los empleados sabían ni palabra de esos idiomas. Cuando ya empezaba a ponerme nervioso y a mascullar que era impresentable que en un hotel de esa categoría no conociesen ninguna de las dos lenguas, una preciosa voz femenina dijo a mis espaldas


- Si lo desea, puedo ayudarle


Me giré y vi a una preciosa mujer de unos treinta años, rubia, con unos preciosos ojos azules y vestida con un impecable Chanel.

Había visto esa cara otras veces en los últimos meses

Casi me desmayo cuando vi que el objetivo de mi viaje, me estaba ofreciendo su ayuda……………


Continuará


H. Chinaski

viernes, 4 de diciembre de 2009

NOCHE VIEJA SE ACERCA

Todavía faltan unos días, pero ya está casi encima.
La noche vieja, el paradigma de la diversión.

El texto que viene a continuación me lo envió un amigo el año pasado, por lo que desconozco su procedencia.
Espero que os guste




¡Dentro de nada... Nochevieja, ¿eh? ¡Qué estrés! Yo en Nochevieja me siento... me siento... no sé, me siento como un toro, ¿no? Cuando llega la fiesta miro alrededor y me da la sensación de que todo el mundo se lo está pasando bien, menos yo.


El estrés comienza con la cena. Aquello parece una prueba del Gran Prix: tienes que llevar calzoncillos rojos, tener algo de oro para meterlo en la copa, preparar las doce uvas... Y contarlas varias veces, porque, como son todas iguales, te equivocas: Una, dos, tres, cuatro...una, dos, tres, cuatro, cinco, seis... Esta pocha. ya la he contado... Una, dos... siete, ocho... ¡Joder, las doce menos veinte! ¡Chavalín, trae el Rotring, que las voy a numerar, como en el Bingo! Y Adela:
-¿Queréis venir, que se enfrían las gambas? Que esa es otra: te tienes que comer todo lo que está en la mesa... ¡antes de las doce!; que, con las prisas, más que pelar gambas, parece que estás desactivando una bomba. ¡Coño, las doce menos diez!

Y no eres el único que está agobiado, ¿eh? No hay más que ver la tele. Allí están Anne Igartiguru y Ramón García, explicando a toda España como funciona un reloj. Acojonados por si se equivocan: Cuando la aguja pequeña esté en las doce y la grande también...serán las doce. ¡Coño, como todas las noches! Y entonces bajará la bola y... lcla, cla, cla... Din
-¡GLUP! -don... -¡Ah no, que son los cuartos! Din-don... -¡Escupid que son los cuartos! Din-don... -Pfbbbbbbbb... -¿qué son qué?
Din-don... -Los cuartos... Ton... -¡Ahora,ahora!
Ton... -¡Una! -¡Que no, que vamos por la segunda! Ton...
-Pues me meto dos... Ton... -Seis... -¿Cómo que seis? Ton...

-A mí ya no me caben más, ¿eh? Ton... -¡Eh!, ¡deja mis uvas, cabrón!
Ton... -¡Es que se me ha caído una al suelo! Ton... -Bgrfds...
Ton... -Bggggdffffff... Ton... -A mí ya no me quedan... Ton...
-¡Pues a mí me sobran cuatro!

Ton... -mamá el abuelo está morado.... Y cuando acaban, toda la familia con la boca llena de babas, adarse besos: -Fffffelifsz año, eeeeeeeeeh, felifzcidadef, grfdddfd... Y suena el teléfono: ¡riiiiiiiiiing! -¡Pero coño! ¿Ya están llamando? ¿No se pueden esperar? -Pues a mí todavía me sobran dos... -¡Champán, que alguien venga el Champán! Pero, bueno, vamos a ver ¿a vosotros os parece lógico empezar el año así? ¡Qué estrés, de verdad!

Pero como es Nochevieja... tienes la obligación de divertirte. Así que después te vas a un fiestorro a un sitio en que, si caben mil personas, el dueño ha decidido meter a cinco mil doscientas. ¡Y si no te gusta te quedas en la calle, con la pelona que está cayendo! Porque en Nochevieja siempre hace un frío que pela.. Así que entras. Lo bueno que tiene ir a un sitio así es que te puede pasar cualquier cosa. A mí el año pasado me ocurrió de todo. Yo estaba tan tranquilo, tomándome mi cubatita de garrafón, cuando de repente un tío me cogió por detrás y me dijo:
-¡¡¡¡COOOOOOOOONGAAAAA!!!!! Y, claro, que vas a hacer, pues te pones a bailar... ¡Eso te lo hace un tío en el autobús y le partes la cara! ¡Pero como es Nochevieja... ! ¡Pues hala! Y de repente te das la vuelta y llevas cien personas enganchadas a tu culo. ¡A ver como escapas de ésta! Porque una conga es como una secta: entrar es muy fácil pero salir es muy jodido.



Porque en el garito hay como doce congas girando a toda pastilla... Bueno, pues iba yo conduciendo mi conga... por mi derecha, cuando, de pronto, me veo venir en dirección contraria una conga suicida acojonante conducida por un gordo con casco de vikingo. Yo le iba a hacer ráfagas, pero como las congas no llevan ni luces ni nada... pues, para evitar la colisión, di un giro brusco a la derecha... ¡Y me tragué entera una columna de >espejitos! ¡Siniestro total! Doce heridos leves y una columna de espejitos destrozada. Y yo, con una ceja abierta tirado en el suelo pensaba: "Joder, como me hagan soplar ahora, la hemos >cagao". Y en ésas, me desmayé. Al despertar estaba en la sala de urgencias, rodeado por todos los de mi conga. Algunos todavía no se habían desenganchado; habían venido corriendo detrás de la ambulancia.
Bueno, las urgencias en Nochevieja, hay que vivirlas. Si en la sala caben cincuenta personas, el dueño ha metido a ciento cincuenta... Como el de la discoteca. Y como allí también es Nochevieja, el camillero lleva un gorrito de moro, la enfermera un collar de hawaiana y el que te cose la ceja unos dientes de Drácula, ¡que te da una confianza... ! El tío te dice: -¿Qué ha sido? ¿Con una moto? -No, con una conga. -¡Ay!, si es que van como
locos con las congas... Cuando salí de allí me quería ir a mi casa, pero como era Nochevieja, acabé a las ocho de la mañana con la ceja grapada en un bareto... -Oiga, póngame un chocolate con churros a ese módico precio de 4 Euros de na. -Pues sólo nos queda Nesquick y algunos dónuses... Es que los >últimos churros se los han tomado los de una conga, ¡traían un cachondeo...! Había un gordo que llevaba un casco de vikingo...
¡No le digo más! Y es lo que yo le digo a los clientes: si no disfrutas en Nochevieja, ¿cuándo vas a disfrutar?

H. Chinaski

Fotografías tomadas de Google

jueves, 3 de diciembre de 2009

LOADO SEA SAN ILDEFONSO


Y no es que yo tenga una devoción especial hacia el santo, es que gracias a él hay un colegio que lleva su nombre en Madrid y de donde salen los niños que, cada año, en el mes de diciembre, cantan los números del Sorteo Extraordinario de Lotería de Navidad.
Y gracias a él, cada año tenemos el Día de la Salud coincidiendo con el día del sorteo. Los que juegan con auténtica devoción, a la pregunta de ¿te ha tocado? la inevitable respuesta, suele ser.... "Nada, pero chico, salud que haya"
Y gracias a él, un décimo de loteria de una administración de mi querida ciudad, está recorriendo medio mundo, en unos días, teletransportándose de un sitio a otro, cual si de una nave espacial se tratase.



Y gracias a él dos buenos amigos, de sitios tan dispares y a la vez tan cercanos, como Coruña y Buenos Aires, han tenido la suerte , primero de ser tocados con la mano del Santo, ya que les han premiado con una fracción, totalmente imposible de determinar, del décimo de lotería mencionado, y segundo, el donaire, la gallardía y compostura de considerar a este vuestro humilde escribano, merecedor de otra fracción, también imposible de determinar, pero más pequeña, de tan preciado décimo que, estimo yo que, más que décimo debe ser milmillonésimo, a la velocidad que va esto.
Ambos benefactores, Capri y Stanley Kowalski, tienen un corazón que no les cabe dentro y por eso lo tienen que repartir a trocitos

Dicho esto, ¿que importancia tiene el posible porrón de millones de € a repartir entre los agraciados, si toca?
Pues eso, ninguna
¿Y para que sirve esto entonces?
Pues para lo mismo que el resto de los premios que se conceden por este medio.
Para demostrar cariño, afecto y buen corazón, que es lo que en realidad se está repartiendo, y además en este caso, un trocito de Navidad, independientemente de las creencias de cada uno

Por todo lo dicho y lo que acontece, y siguiendo las instrucciones que me han sido dadas
redistribuyo este pedazo de premio, que lo es aunque no toque, a las siguientes personas:

Y que San Ildefonso reparta suerte

H. Chinaski