miércoles, 8 de septiembre de 2010

MARIPOSAS NEGRAS ( I V )



        Al abrir los ojos,  sentí un fuerte dolor de cabeza. Respiraba con dificultad por la cinta adhesiva que me tapaba la boca. El pánico me invadió al comprobar que estaba en el maletero de un coche. No podía moverme. Estaba con las manos atadas y cada intento de cambiar mi postura, suponía un pinchazo de dolor en mi cabeza. Lo último que recordaba era que después de la llamada a Eugenia escuché unos pasos detrás de mí y al girarme recibí un fuerte golpe en la cabeza. No pude ver a mi agresor.
         No comprendía por que me habían golpeado y secuestrado. Lo único que se me ocurría es que tuviese relación con Javier y su misteriosa llegada. Pero yo no tenía nada que ver con eso.   
         Intenté controlar el ataque de pánico que se adueñaba de mi. No había por que tener miedo. Yo no tenía nada que ver con lo que hubiese hecho Javier. Apenas tenía relación con él. Se lo explicaría a mis captores y lo comprenderían. Seguro que si. 
 
      
   Al momento de hacer esa reflexión, me di cuenta de que nada tenía sentido, por mucho que intentase explicarlo, no me iban a creer. Intenté concentrarme en los ruidos que iba escuchando. Solo se oía el motor del coche. Supuse que viajábamos por una autopista ya que la velocidad era constante y no había curvas.
         Tuve un mal presentimiento. Intuía que aquello no iba a terminar bien. Sin saber por qué, empecé a pensar en Flor. Sabía que era la mujer de mi vida. Esa a la que siempre buscas. Cuando la encuentras, sabes que es ella. Y al hacerlo, te juras por lo mas sagrado que harás lo imposible para pasar el resto de tu vida a su lado. La amaba con todo mi corazón y sabía que ella a mi también. Ahora me arrepentía de la discusión que tuvimos antes de marcharse del pueblo. Como siempre, por una tontería, pero los momentos de felicidad que habíamos pasado minutos antes se enturbiaron y se marchó enfadada.
         Al cabo de un tiempo debimos de entrar en una población. Se escuchaban otros coches. Arrancábamos y parábamos en lo que supuse, serían semáforos. Unos minutos después el coche se detuvo y se apagó el motor. Se abrió una puerta y oí que unos pasos se acercaban al portamaletas.
         El sonido del pestillo de la cerradura precedió a una luz intensa que me deslumbró momentáneamente.
         Reconocí a Marconi, que me ayudó a salir del habitáculo y me habló

-         Si eres inteligente y aprecias tu vida estarás calladito. Te voy a quitar la mordaza y te voy a cambiar la cinta adhesiva por las esposas. No hagas tonterías. ¿Me has entendido?

Asentí con la cabeza y un nuevo pinchazo me recordó que no debía hacer movimientos  bruscos.
Me quitó la cinta de la cara de un tirón y por fin pude respirar con normalidad. A continuación me quitó la de las manos con una navaja y me puso las esposas.
Estábamos en un garaje, en el que la mayoría de los vehículos eran coches patrulla de la policía.

-         ¿A dónde me lleva?, yo no he hecho nada.
-         ¡Te he dicho que no hables!

Marconi, acompañó sus gritos con un golpe en la cabeza que me dejó sin respiración del dolor. A partir de entonces no dije nada.
Cogimos un ascensor y me llevó a una sala en la que varios funcionarios de uniforme parecían enfrascados en una animada conversación. Callaron y se empezaron a mover al ver aparecer al subjefe y a mi, esposado.

-         Tomadle la filiación y llevadlo al calabozo. Está detenido por encubrimiento. Mantenedlo aislado. Mañana lo llevaremos ante el juez. 


Uno de los funcionarios se fijó en la sangre reseca que se veía en su cabeza y Marconi se dio cuenta

-¡Ah!, se me olvidaba, al proceder a la detención se ha dado un golpe en la cabeza. No parece nada serio, pero que lo vea un médico.

Cuando fui a protestar, una mirada suya me fulminó y permanecí callado.
Mientras me tomaban los datos, vi a Marconi que se metió en un despacho y se puso a hablar por teléfono
El médico no apreció nada importante salvo la contusión con una pequeña herida abierta que ya no sangraba.


Fernando Galindo se encontraba en su domicilio cuando recibió la llamada de Marconi. Habló unos segundos con él  y colgó.
Su mujer estaba acostumbrada a las llamadas del trabajo y sus consecuencias.

-         Tengo trabajo – le comunicó- no se cuando volveré.
-         Ten cuidado –respondió ella, con una mirada de resignación-
-         Siempre lo tengo. Ciao

Mientras bajaba al garaje a  coger el coche, pensé en la breve conversión con Marconi. Tener detenido a Carlos Carvajal, daba un giro inesperado a la situación. Probablemente no sabría gran cosa, pero quería interrogarle personalmente. Además tenía el valor añadido de ser el novio de Flor Trujillo, eso me daba una posibilidad de verla de nuevo.
Desde que la conocí, después de una representación  de Madame Butterfly, en la que la magistral interpretación del sufrimiento de  Cio-Cio-San, me hizo derramar más de una lágrima, me propuse conocer y conquistar a esa mujer. De belleza serena y porte de diosa, me provocaba un fortísimo atractivo sexual, casi animal. Me prometí a mi mismo que sería mía, y ahora el destino me brindaba una posibilidad.

El escaso tráfico me permitió llegar en 15 minutos a la comisaría. Llegué hasta mi despacho donde me esperaba Marconi.

-         Cuéntame como ha ocurrido

Mi hombre de confianza me relató lo acontecido hasta ese momento y vi una clara posibilidad de poder localizar a Carlos Carvajal.

-Voy a interrogarlo



El cuarto de interrogatorios no tenía nada que ver con los que se podían ver en los telefilmes. No había espejos con visión desde el otro lado, ni cámaras. Solo una mesa y dos sillas en las que se sentaban el interrogador y el interrogado.
Me hubiese gustado poder aplicar las técnicas aprendidas en Iraq, pero no podía arriesgarme a un escándalo. Tendría que conformarme con las preguntas tradicionales. En cualquier caso, no estaba dispuesto a que un mamón como ese se riera de mi. Si sabía algo, se lo sacaría.

Uno de los funcionarios que estaban de guardia, llevó a Carlos a la sala de interrogatorios. Y unos minutos mas tarde, vio entrar a Galindo y a Marconi a dicha sala.
Durante dos horas, escuchó los gritos del detenido y después silencio. La puerta de la sala se abrió de golpe y Marconi le llamó.

-         El detenido se ha desmayado, bájelo a la celda hasta que recupere el conocimiento.

Lo dejaron en el camastro de la celda y seguía inconsciente.
Minutos mas tarde, el funcionario que lo llevó, fue a verlo de nuevo. No le gustó su aspecto. Respiraba con dificultad y tenía un color extraño. Avisó a su superior.



La ambulancia llegó en pocos minutos, lo trasladaron al hospital Virgen de los Desdichados y cuando llegó ya estaba en coma. Quedó ingresado en la unidad de cuidados intensivos.

La preocupación de Flor ante la ausencia de noticias de Carlos fue en aumento. Le había llamado muchas veces para disculparse por su enfado, pero no contestaba al teléfono.
Llamó a  Eugenia, a pesar de que no le hacía ninguna gracia, y sus noticias le preocuparon todavía más.
Carlos había desaparecido.
Eugenia también estaba preocupada. Carlos tenía que haber ido a su casa a discutir detalles de la ejecución de la obra. Llamó al sacristán para preguntar por él y este le dijo que cuando fue a cerrar la iglesia estaba vacía y todas las pinturas del artista estaban sin recoger, algo totalmente inusual. El sacristán le contó la conversación con el forastero que preguntó por Javier y que había visto a Carlos hablando con él. Flor le preguntó su nombre y al decírselo creyó recordarlo. Era poco común y le sonaba mucho.
Minutos después de colgar el teléfono se acordó. Lo vio en televisión. Fabio Marconi dio una rueda de prensa para explicar la captura de una peligrosa banda de delincuentes. Era policía. Y ella conocía al jefe de policía.

Sin pensarlo salió hacia la comisaría central.

Continuará

5 comentarios:

Mayte dijo...

Me gusta mucho los pequeños-grandes giros que le has dado a la historia...las imagenes, bien elegidas, un ambiente creado maravillosamente.

Besiño ;)

Alís dijo...

Sigo sin saber en qué obra está inspirado tu relato, pero sigue sin importarme. Se está poniendo cada vez más interesante.
Espero la continuación

Besos

Anónimo dijo...

Intrigante entrega esta última, me temo que no corren buenos tiempos para el artista, espero no equivocarme.

La codicia y la avaricia por poseer lo que no se tiene pierden al ser humano y lo malo es que siempre pagan el pato los inocentes; en este caso tu tocayo.


Besos desde mi mar.

© PaSioN dijo...

Hola Carlos

Poco a poco voy desgranando tus textos. El comodin me dio una excelente pista



Durante unos dias estaré ausente por los examenes de este mes


Besos PaSioN

Mayte dijo...

Ayyy Carlos, como me has angustiado en la parte nueva :S. Claro eso es bueno!!

Un gran abrazo y bonita semana.