domingo, 12 de septiembre de 2010

MARIPOSAS NEGRAS ( V )



        Acababa de entrar en el despacho cuando sonó el teléfono. Estaba muy cabreado. El interrogatorio había sido un fracaso. Marconi se pasó apretando las tuercas al pintor y este se desvaneció. No había dicho nada, absolutamente nada y encima hubo que llevarlo al hospital.
        Todo se estaba complicando mucho. En la última reunión que tuvo el grupo, los ánimos estaban muy exaltados. Los nervios traicionaron a mas de uno. La desaparición del constructor y de Javier Ángel no era una buena seña, y a ambos parecía que se los había tragado la tierra. Esa parte le competía directamente, era el responsable de la seguridad y hermetismo de la operación y no estaba haciendo bien su trabajo. Por si las moscas, tenía preparada una vía de escape hacia un país tropical don de no había convenio de extradición con España. Había acumulado una pequeña fortuna en estos años y podía permitirse vivir muy bien el tiempo que le quedase de vida. Lo sentía por su mujer y sus hijos, pero se consolaba pensando que, después de todo, la felicidad nunca es completa.

        Cuando al contestar el teléfono me dijeron quien preguntaba por mi, no pude evitar sonreír. Después de todo, puede que la noche no acabase tan mal.



        Flor tenía un presentimiento. Al entrar en la comisaría, la sensación de que algo andaba mal se acentuó. Preguntó por el Jefe Galindo y le pasaron a una sala de espera, mientras Galindo le recibía.
Lo vio llegar a través de los cristales. No le gustaba ese hombre, cuando se lo presentaron se sintió muy incómoda al notar como se la estaba comiendo con la mirada. Solo le faltó babear. A pesar de eso guardó las formas y ella tuvo que aguantar unos minutos de conversación con él. Al volver a verlo, sintió la misma repulsión que la primera vez, pero tenía que fingir para intentar averiguar el paradero de Carlos.

- ¡Flor Trujillo, que sorpresa tan inesperada!
- Buenas noches, Sr. Galindo
- Por favor, dejémonos de formalismos, llámeme Fernando
- De acuerdo Fernando
- Me han dicho que querías verme, acompáñame a mi despacho


     Una vez en su despacho me invitó a sentarme y él hizo lo propio

- Pues bien, tu dirás que te trae por aquí
- Verás, Fernando, es sobre mi novio Carlos Carvajal. Ha desaparecido y estoy muy preocupada. Nunca lo había hecho.
- Pero….. ¿Cuánto tiempo hace que no sabes nada de él?
- Unas horas
- Ya…. Pero es muy poco tiempo. No es razón para preocuparse ¿no?
- Verás, es que coincide con su desaparición que uno de tus hombres estuvo hoy hablando con él. He venido por si podías ayudarme a encontrarlo.
- ¿Y quien estuvo hablando hoy con él?
- Fabio Marconi
- Ya……

       Su rostro se desencajó por un instante. El estúpido de Marconi había metido la pata una vez más. Recuperó la compostura aunque vio que ella se había dado cuenta del cambio en su cara.

- Espera un momento, voy a hablar con Marconi a ver que me dice.

      Salió del despacho para pensar con un poco de calma.
      Volvió a los pocos minutos

- Flor, he hablado con Marconi y tengo malas noticias. Tu novio está detenido. Parece que está encubriendo a una persona que esta en busca y captura. Se encuentra en estas dependencias en una celda de aislamiento a la espera de llevarlo mañana ante el juez. Su situación es delicada por que la persona a la que encubre está acusada de delitos graves y no quiere decir nada sobre ella. Podría ir a la cárcel por muchos años.

     A Flor se le cayó el mundo encima. Se sintió mareada y Galindo le preguntó solícito.

- ¿Te encuentras bien?, ¿quieres que te traiga algo, una tila, un café, agua?
- No gracias, ya estoy bien. ¿Puedo verlo?
- No. Es imposible. Sabes que si estuviese en mi mano, lo autorizaría, pero dada la gravedad de lo que se le imputa, no puedo hacerlo – mintió –
- Pero, no puede ser tan grave. Suponiendo que sea cierto, solo estaría encubriendo a alguien.
- Si, pero eso lo convierte en cómplice de los delitos que se imputan a la persona que buscamos.



       Flor se daba cuenta de que Galindo no dejaba de mirarla con deseo. Había cruzado las piernas y su corta falda dejaba ver buena parte de sus muslos. Esta imagen iba acompañada de una blusa entallada y con los primeros botones desabrochados dejando entrever el inicio de sus generosos pechos. Decidió aprovechar esa ventaja.

- Lo comprendo, pero siendo tu el Jefe de Policía seguro que puedes hacer una excepción. Te quedaría muy agradecida. – le dijo exhibiendo una sonrisa-

      Galindo le miró pensando que iba a resultar más fácil de lo que pensaba.

- Podría considerar la posibilidad de una excepción. ¿Cómo cuanto de agradecida estarías?
- Todo lo que tu considerases necesario – respondió Flor, a la vez que empezaba a sentir una sensación de asco hacia el policía -

       Él se levantó de su sillón y rodeando la mesa se acercó hasta la silla que ocupaba Flor. Se situó detrás y puso sus manos en los hombros de ella.
- Estás tensa
- Si, es cierto, estoy un poco tensa, ten en cuenta las circunstancias.

     Se fue hacia la puerta y puso el pestillo. Después de acercó al teléfono que estaba sobre su mesa y marcó un número diciendo a su interlocutor que no le molestasen bajo ningún concepto. Flor se temió lo peor.
     Se acercó nuevamente hacia la silla donde Flor seguía sin moverse como una estatua de piedra.
      Volvió a poner sus manos sobre los hombros de la cantante, iniciando un suave masaje.

- Relájate, todo va a ir bien
- Es un poco pronto. Estoy nerviosa
- Tranquilízate, lo vamos a pasar muy bien, ya lo verás.

      Las manos de Galindo separaron la blusa y se introdujeron buscando los pechos de Flor. Ella se tensó instantáneamente.

- Espera, puede venir alguien
- No te preocupes, he dicho que no me molesten
- Si, pero…….
- Además tu novio está en el hospital. Podrás ir a verlo cuando salgas de aquí

      Estaba muy incómoda, mientras Galindo sobaba mis pechos y me besaba en el cuello. Me arrepentí de lo que acababa de decirle. No estaba preparada. Pensé que lo podría resolver sin tener que pagar ese precio por adelantado.
     Me levanté bruscamente y él puso cara de perplejidad.

- No, ahora no
- ¿Cómo que ahora no? ¿Pero quien te has creído que manda aquí?



       Le dio una bofetada y Flor se quedó conmocionada. Rompió los botones de la blusa y se quedó con sus pechos al aire, tapados parcialmente por un pequeño sujetador. Metió una mano por debajo de su falda y le arrancó el tanga con facilidad. La apoyó contra el escritorio, le subió la falda y empezó a desabrocharse los pantalones. Su erección era evidente. Le besó en los labios mientras le estrujaba los pechos, y ella que empezaba a ser consciente de lo que ocurría, empezó a decir

- No…., no….., no….

      El no hizo ningún caso, le mordió los pechos y se puso en posición para violarla. La resistencia que ofrecía Flor y el miedo a que gritase hizo que la golpease de nuevo. Por unos instantes perdió el conocimiento.

      Cuando recobré el conocimiento, sentí un intenso dolor en mi sexo. Me estaba violando. Me había dado la vuelta y me había apoyado boca abajo en la mesa. Sentía como el sexo del policía entraba en el mío y la sensación de rabia se sumó a la de asco.
      En la mesa, vi un abrecartas con forma de espada toledana y de dimensiones considerables. Estaba al alcance de mi mano. Sin pensarlo lo cogí y descargué un golpe hacia atrás esperando hacer blanco.
     Acerté en su costado. La sorpresa y el dolor hizo que se retirase y yo aproveché el momento para seguir apuñalándole con rabia. Intentó defenderse, pero tropezó y cayo al suelo. El abrecartas entraba con facilidad en su cuerpo y yo estaba ciega de ira. Descargué una y otra vez el instrumento contra él hasta que dejó de moverse.
      Al parar fui consciente de lo que había hecho. Me entro el pánico, pero después intenté pensar como salir de allí. Por suerte me había quitado la blusa antes de violarme, así que no se había manchado de su sangre. En su despacho, tenía un pequeño baño y lo utilicé para lavarme la sangre que me salpicó. Me vestí e intenté adecentar mi aspecto para no llamar la atención.

      Escuché durante un rato en la puerta para ver si se oía a alguien y cuando estuve segura, la abrí y salí. Hasta que no estuve en la calle no respiré de nuevo.
     Fui a recoger mi coche y me dirigí al hospital.


      Marconi estaba cenando con el abogado de la corporación municipal Lucas Tello cuando lo escucharon por televisión. Un informativo acababa de dar la noticia de la detención del alcalde de la ciudad, acusado de los delitos de prevaricación, estafa, apropiamiento indebido y otros que ya no escuché. Llamé a Galindo por teléfono pero no contestó. Lucas fue a buscar el Porsche mientras yo pagaba la cena. Me estaba esperando en la puerta cuando salí. Subí al deportivo y salimos a toda velocidad hacia la comisaría. Nuestras caras de preocupación hablaban sin palabras.




      La Unidad de Cuidados Intensivos del hospital, seguía con su actividad, que a ojos extraños parecía frenética. El enfermo de la cama 710 permanecía estable. Se le había diagnosticado un coma irreversible. Pero de repente, distintos indicadores empezaron a entrar en zona de riesgo y  los avisadores acústicos indicaron al personal médico de que algo andaba muy mal.
Treinta minutos mas tarde, el médico de guardia de la UCI certificaba la muerte de Carlos Carvajal por paro cardiaco

       En esos momentos, Flor Trujillo, entraba como una exhalación en la recepción del hospital y preguntaba si habían atendido a Carlos. Una amable auxiliar le confirmó que estaba ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos, pero no podía ser visitado. Ante la insistencia de Flor, le dijeron que intentase hablar con el médico de guardia.


      Cuando Marconi llegó a la comisaría, se dirigió hacia el despacho de Galindo. Al abrir la puerta se encontró con su jefe tumbado en el suelo en un charco de sangre. Llamó a los funcionarios y preguntó lo que había ocurrido. Ninguno supo decir nada, salvo que había dado órdenes expresas de que no le molestasen mientras estaba con la señora

- ¿Qué señora?
- Flor Trujillo, señor
- ¿Y donde está?
- Pues…… no se, salió hace una media hora de la comisaría.

      En ese momento, los policías asignados para custodiar a Carlos Carvajal en el hospital, estaban llamando a la comisaría para comunicar su fallecimiento y que habían autorizado a Flor Trujillo para que se entrevistase con el médico de guardia, al ser la única persona que conocía al fallecido y no haber ningún otro familiar.
       El sargento que recibió la llamada les ordenó volver a comisaría. Ya no tenía sentido que permaneciesen allí. El detenido no iba a escapar
       Cuando Marconi se enteró montó en cólera

- ¿Pero como pueden ser tan inútiles?. ¡Que vuelvan al hospital y detengan a Flor Trujillo, yo salgo ahora mismo hacia allí!


      El médico estaba acostumbrado a dar malas noticias. Formaba parte de su trabajo. Al principio lo pasaba francamente mal. Llegaba a sentir el dolor de los familiares como propio, hasta que comprendió que si no cambiaba su actitud, tendría que cambiar de trabajo.
      Le sorprendió la excesiva frialdad con que la novia del muerto recibió la noticia. Parecía que la estaba esperando. Enseguida le llamaron para otra urgencia y tuvo que dejarla después de acompañarla en el sentimiento.



     De repente las vi
     Decenas de Mariposas negras revoloteaban a mi alrededor. ¿Pero como podían estar en el hospital y no llamarle la atención a nadie?
     Recordé la superstición, cuando ves mariposas negras o se posan cerca de ti, es que alguien próximo va a morir.
    Vi la ventana.
    La abriré para que salgan, pensé.
    Lo hice.
    La noche era cálida.
    Miré hacia abajo
    Un patio interior rodeado de pequeños edificios.
    Escuché las voces en un segundo plano. Amortiguadas.
    Oí los pasos a la carrera.
    Las mariposas salían y se posaban en el cristal de la ventana
    Quiero ser mariposa, pensé
    Me impulsé desde el alfeizar de la ventana y me lancé al vacío.

    Continuará
    Fotografías tomadas de Google