27 de Agosto
Desde hace quince días, presencio la misma escena.
Mientras estoy desayunando veo una pareja de unos 60 o 65 años que, aproximadamente a la misma hora pasan por delante de mi terraza, camino de la playa.
Son de baja estatura. Muy pasados de kilos, ella más que él. Y dada su envergadura y su talla, andan de una forma peculiar, desplazando el cuerpo con rápidos movimientos laterales para impulsar sus piernas en cortos pasos.
Cada día, él va unos 20 metros por delante de ella. Lleva una bolsa de deporte. Ella lo sigue, a duras penas.
Cada día se sientan justo enfrente de mi posición, en el pretil que limita el paseo marítimo con la arena de la playa.
Él llega primero, abre la bolsa de deporte, saca una bolsa de supermercado que contiene unas chancletas. Se cambia el calzado y llena la bolsa con sus zapatillas.
Mientras, ella ha conseguido llegar hasta su posición y se sienta a su lado con evidentes síntomas de cansancio. Él, de forma brusca, quita de sus pies los zapatos que la han llevado hasta allí y los sustituye por otras chancletas. Se quita los pantalones, forma una pelota con ellos, los introduce en la bolsa de deporte y continúa el camino hacia la orilla.
Ella, después de los breves instantes de descanso intenta seguir su ritmo con evidentes dificultades.
Hay cien metros de arena hasta la orilla del mar.
La distancia entre ellos se incrementa sin que él vuelva la vista ni una sola vez. Cuando ella llega, él ya se ha instalado en su hamaca.
Hoy se ha repetido toda la secuencia, pero algo no iba bien desde el principio. La distancia entre ellos era mayor de lo habitual y cuando él ha llegado a mi posición, ella estaba apoyada en una papelera, descansando cincuenta metros atrás. Él la ha increpado con un gesto de sus manos para que se diese prisa. Como si le fuesen a quitar el sitio en la orilla de la playa.
Cuando ha llegado, después de un descanso más, él la esperaba, ya cambiado, con evidentes signos de enfado por su lentitud. Le ha sustituido el calzado con más brusquedad de lo habitual y ha emprendido su camino hacia la orilla.
Ella, después de unos segundos, se ha incorporado con esfuerzo y ha reanudado su periplo hacia el agua, con ese andar curioso, como de un tente-tieso.
He deducido que algo no iba bien cuando a los pocos metros ha hecho su primera parada de descanso. Caminaba con los brazos en jarras, supongo que para facilitar su respiración. En un recorrido de unos cincuenta metros ha parado, no menos de seis veces a descansar. El trecho recorrido, cada vez era menor, antes de detenerse a descansar unos segundos.
Él ya había llegado a la orilla cuando ella ha caído. Ni siquiera se ha dado cuenta. Como siempre, no ha vuelto la vista ni una sola vez en todo el recorrido.
Desde la distancia a la que me encuentro no puedo saber la causa. Un matrimonio que pasaba cerca se ha aproximado para auxiliarla. Han sacado un teléfono móvil y han efectuado una llamada.
A los pocos minutos ha llegado una ambulancia de la cruz roja, ha entrado en la arena y han bajado los sanitarios. A la vez que la llegada de ambulancia, le he visto incorporarse de su hamaca y ha iniciado, con pasitos cortos, el recorrido hacia el vehículo, supongo que sospechando que podía ser ella.
La ambulancia ha activado su sirena y ha salido de la playa.
No se si la historia ha tenido final feliz, o no. De lo que si que estoy seguro es de que ella no merecía lo que le ha ocurrido.
No se si era su pareja/marido (sospecho que si) o su hermano, me da igual. Fuera quien fuese es un impresentable para el que se me ocurren muchos apelativos y ninguno cariñoso. Seguramente, si tiene animal de compañía, lo tratará mejor que a ella.
O quizás el animal de compañía sea él.
Es mi deseo que sea una "especie a extinguir" y que no goce de la etiqueta de "especie protegida", aunque muchas veces lo parece.
H. Chinaski.
4 comentarios:
Mi cielo, por desgracia aún quedan muchas parejas así.
Que contemplo atónita y me dan ganas de decir algo... pero se que si lo hago me mandaran a tomar vientos frescos
espero que esa mujer se recupere y espero que aunque sea mayor, se de cuenta de que hay personas que estan con ella y no se merecen ni una mirada, ni una palabra ni una sonrisa y mucho menos una caricia
terrible ....................
Al cabo de los años se ve como ocurre eso o algo parecido una y otra vez; pero ¡no siempre!
Ya lo dice la canción:
".....Es un desierto de arena, pena,
es mi gloria y mi pena, ay pena, ay pena,
ay pena, penita, penaaaaaaaaaaa"
Las playas, querido amigo, son pequeños desiertos de arena para las personas que tienen desierto su corazón.
Vuelve pronto.
He regresado hoy al duro asfalto
Puedo deciros que esta mañana la escena se ha repetido, como si el episodio de la caida y de la ambulancia no hubiese existido.
Me alegro de que la señora esté bien pero me cabrea que todo siga igual, aunque seguramente no puede ser de otra forma. Al menos para ella.
Amigoplantas
Por suerte, tienes razón y no ocurre siempre. Lo que ocurre es que algo que debería ser una mera anécdota, se ve con demasiada frecuencia, y lo que es peor todavía, como algo normal.
Gracias por vuestros comentarios
Publicar un comentario