Oigo el paso de los coches por la avenida, cuando lo que deseo oir es el ruido de las olas rompiendo en la arena.
Veo edificios delante de mi, cuando lo que deseo es ver la luna llena iluminando el mar
Hoy ha sido un dia especialmente dificil. Deseo no haber nacido.
Resentimiento, rabia, discusion baldia y daño, mucho daño infringido de forma gratuita, solo para eso, para destruir.
Un libro
Hay dos modos de llegar a mí, mediante los besos o la imaginación. Pero existe una jerarquía; los besos por sí solos no bastan. Anoche pensé en esto después de cerrar el libro de Drake. Sabía que tardaría años en olvidar a John [Erskine], porque fue él el primero en agitar la fuente secreta de mi vida.
El libro no contiene cosa alguna del propio Drake, estoy convencida. Odia las partes que me gustan a mí. Lo escribió todo objetivamente, conscientemente, planeando incluso con esmero la fantasía. Aclaramos este punto al comienzo de mi siguiente visita. Muy bien. Comienzo a ver las cosas con mayor claridad. Ahora sé por qué el primer día no me fiaba de él. Sus acciones se hallan desprovistas de sentimiento y de imaginación. Motivadas por meros hábitos de vida, de aprehensión y de análisis. Es un saltamontes. Ahora ha saltado a mi vida. Mi sensación de repugnancia se intensifica. Cuando trata de besarme, lo evito.
Pero al propio tiempo he de admitir que domina la técnica de besar mejor que cualquier otro que conozca. Sus gestos dan siempre en el blanco, ningún beso yerra. Tiene unas manos diestras. Despierta mi curiosidad por la sensualidad. Siempre me han tentado los placeres desconocidos. Al igual que yo, tiene sentido del olfato. Dejo que me inhale, luego me escabullo. Por último permanezco quieta en el sofá, pero cuando su deseo crece, trato de escapar.. Demasiado tarde. Le digo entonces la verdad: cosas de mujeres. No parece eso disuadirle.
–No te creas que quiero de esa manera mecánica; hay otros modos.
Se incorpora y se descubre el pene. No entiendo qué pretende. Me obliga a arrodillarme. Me lo acerca a la boca. Yo me levanto como si me hubieran propinado un latigazo.
Está furioso.
–Ya te he dicho que hacíamos las cosas de modo distinto. Te había avisado de que era inexperta.
–No me lo creía. Y aún no me lo creo. Es imposible que lo seas, con ese rostro tan refinado y ese apasionamiento. Me estás gastando una broma.
Le escucho; el analista que hay en mí siempre puede más, siempre está de servicio. Empieza a contarme una historia tras otra para demostrarme que no aprecio lo que hacen otras mujeres.
Mentalmente le respondo: «No sabes lo que es la sensualidad. Hugo y yo sí. Está en nosotros, no en tus pervertidas prácticas; está en el sentimiento, la pasión, el amor.»
Prosigue hablando. Yo lo observo con mi «refinado rostro». No siente odio hacia mí porque, por muy repelida que me sienta, por muy enfadada que esté, soy propensa al perdón. Cuando me doy cuenta de que he dejado que se excite, me parece lo más natural dejar que desfogue su deseo entre mis piernas. Se lo permito, porque me produce lástima. Él se da cuenta. Otras mujeres, dice, lo habrían insultado. Comprende que me produzca lástima su ridícula y humillante necesidad física.
El libro no contiene cosa alguna del propio Drake, estoy convencida. Odia las partes que me gustan a mí. Lo escribió todo objetivamente, conscientemente, planeando incluso con esmero la fantasía. Aclaramos este punto al comienzo de mi siguiente visita. Muy bien. Comienzo a ver las cosas con mayor claridad. Ahora sé por qué el primer día no me fiaba de él. Sus acciones se hallan desprovistas de sentimiento y de imaginación. Motivadas por meros hábitos de vida, de aprehensión y de análisis. Es un saltamontes. Ahora ha saltado a mi vida. Mi sensación de repugnancia se intensifica. Cuando trata de besarme, lo evito.
Pero al propio tiempo he de admitir que domina la técnica de besar mejor que cualquier otro que conozca. Sus gestos dan siempre en el blanco, ningún beso yerra. Tiene unas manos diestras. Despierta mi curiosidad por la sensualidad. Siempre me han tentado los placeres desconocidos. Al igual que yo, tiene sentido del olfato. Dejo que me inhale, luego me escabullo. Por último permanezco quieta en el sofá, pero cuando su deseo crece, trato de escapar.. Demasiado tarde. Le digo entonces la verdad: cosas de mujeres. No parece eso disuadirle.
–No te creas que quiero de esa manera mecánica; hay otros modos.
Se incorpora y se descubre el pene. No entiendo qué pretende. Me obliga a arrodillarme. Me lo acerca a la boca. Yo me levanto como si me hubieran propinado un latigazo.
Está furioso.
–Ya te he dicho que hacíamos las cosas de modo distinto. Te había avisado de que era inexperta.
–No me lo creía. Y aún no me lo creo. Es imposible que lo seas, con ese rostro tan refinado y ese apasionamiento. Me estás gastando una broma.
Le escucho; el analista que hay en mí siempre puede más, siempre está de servicio. Empieza a contarme una historia tras otra para demostrarme que no aprecio lo que hacen otras mujeres.
Mentalmente le respondo: «No sabes lo que es la sensualidad. Hugo y yo sí. Está en nosotros, no en tus pervertidas prácticas; está en el sentimiento, la pasión, el amor.»
Prosigue hablando. Yo lo observo con mi «refinado rostro». No siente odio hacia mí porque, por muy repelida que me sienta, por muy enfadada que esté, soy propensa al perdón. Cuando me doy cuenta de que he dejado que se excite, me parece lo más natural dejar que desfogue su deseo entre mis piernas. Se lo permito, porque me produce lástima. Él se da cuenta. Otras mujeres, dice, lo habrían insultado. Comprende que me produzca lástima su ridícula y humillante necesidad física.
Fragmento de Henry y June de Anais Nin
H. Chinaski
2 comentarios:
Suerte que ya pasó y estamos en otro día más.
De la autora, notable escritora que supo disfrutar de la vida, sus placeres y sus sinsabores.
La lectura de Pajarillos y Delta de Venus tuvo un importante influencia en mi tras su lectura. Pensé...hay otros mundos, ummmm.
Siempre hay un pájaro por ahí rondando.
((Shinta))
Enhorabuena por tu blog y la aportación cultural del mismo...un abrazo de azpeitia
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