domingo, 26 de septiembre de 2010

EL COFRE DE PANDORA

Prometeo de Rubens


Según la mitología griega, por orden de Zeus, Prometeo tomó arcilla, la mezcló con agua y creó al primer hombre a semejanza de los mismos dioses. Se sintió satisfecho con su obra y quiso premiar  a la humanidad, regalándole el fuego. 

Contraviniendo  las órdenes de su Dios y ayudado por Atenea, entró en el Olimpo, robando una chispa de la llama celeste,  para que el hombre crease el fuego, prebenda exclusiva de los dioses. 

Fue castigado, desterrado a los montes caucásicos y encadenado a una roca, donde un buitre le arrancaba trozos de su cuerpo durante el día. Trozos, que mientras el buitre dormía, volvían a crecer  para volver a ser devoradas al día siguiente causando un suplicio interminable al Titán.

        Pero Zeus también quiso castigar a los hombres  que aceptaron el regalo de su benefactor. 

      Ordenó a Hefesto que fabricara una mujer de barro. Ordenó a los Cuatro Vientos que le infundiesen vida y a todas las diosas que la adornaran.

        Atenea le otorgó los ojos verde claro. Las Carites le pusieron collares de oro. Las Horas le dieron un hermoso cabello, y Hermes puso en su interior mentiras, palabras seductoras y un carácter voluble. 

        Fue la primera mujer. La llamaron Pandora, que significa “Todos los dones”

        Antes de llevarla hasta los humanos, Zeus le dio un cofre.

Se desposó con Epimeteo, hermano de Prometeo, a pesar de que este le advirtió que no aceptase nada que viniese del Dios.

 Pasados los días, Pandora, presa de una insaciable  curiosidad, no pudo resistir la tentación de ver el contenido del cofre  y lo abrió.

Todos los espíritus del mal salieron y se dispersaron. La vejez, la pobreza, la locura, la guerra, el hambre, la enfermedad,  todos ellos viajaron con rapidez buscando víctimas en las que depositar su legado

Pero en el fondo del cofre, estaba el único signo de bondad mostrado por el Dios de  Dioses.
El espíritu de la Esperanza fue el último en salir, pero seria el que iba a salvar al ser humano.

Pandora de John William Waterhouse


Hace catorce meses nació este cuaderno virtual, en el que he ido plasmando inquietudes hoja tras hoja. Surgió de  una escisión de otro blog en el que hablar de los temas que he tocado aquí no tenía sentido. 
Se que lo acostumbrado es celebrar el aniversario, pero no pudo ser en su momento, así que lo celebro ahora.
También es lo acostumbrado, que se haga entregando algún premio ya que no se puede hacer de otra forma.
No hace mucho tiempo, cumplió su primer año de vida mi  cuaderno de cocina Réquiem por un Postre. En su celebración creé el premio a la Imperfección y al entregarlo, puse algunas condiciones que podían incumplirse para recoger el premio.
Os preguntareis la relación que guarda el rollo mitológico que os he largado con todo esto.
Pues existe, existe por que  en una Zona Oscura como esta lo coherente es que si ha de ser efímeramente recordada por un premio, este premio ha de ser tan oscuro como la casa en la que nace.  ¿Y acaso no es oscuro un cofre que encierre las maldades del ser humano?
Creo que si
Por eso la imagen del  Cofre de Pandora me parece idónea para simbolizar este evento.
Todos tenemos nuestro Cofre de Pandora particular en el que encerramos o liberamos nuestros fantasmas,  y es por eso que quiero repartir uno renovado, en el que la Esperanza ocupe, no el último sino, el primer lugar en el cofre.
Que cuando lo abramos sea la primera voluta de humo  que salga del mismo.
No voy a poner condiciones, únicamente citaré a algunas personas que por su paciencia durante estos meses  han estado o están soportando mis desvaríos.
Todos los que habéis pasado por aquí merecéis el reconocimiento. Los que dejáis o habéis dejado vuestra huella y los que sobrevoláis en silencio sin que se note vuestra presencia. 
Ese reconocimiento en forma de premio es para todos y quien lo desee se lo puede llevar
Quiero aclarar que la entrega de este cofre es una muestra de cariño y no encierra ninguna maldad ni mensaje subliminales ocultos.   
 

Premio    EL COFRE DE PANDORA



Para …..
Cito por orden alfabético
-         Alijodos
-         Alís
-         Baby
-         Capri
-         Cleopatra
-         Foods & Drugs
-         Luluziña
-         Mar
-         Mario
-         Marlene
-         Mayte
-         Morgana
-         Ondina 
-         Rochitas
-         PaSión
-         Selva
-         Stanley Kovalski

Enhorabuena a tod@s


domingo, 19 de septiembre de 2010

MARIPOSAS NEGRAS ( La solución )



Después de haber publicado  el relato,  debo decir cual es la obra en la que me basé.
De las personas que habéis  querido participar, hay dos que lo intuyeron y otra que ha acertado.
La ganadoras son Alís , Mayte y Capri
La obra es  el argumento de la ópera Tosca  del  genial compositor  Giaccomo Puccini 

Estos son los personajes de la ópera y su alter ego en el relato

Angelotti = Javier Ángel,  concejal.
Marquesa de Attavanti = Eugenia Ángel, hermana de Javier Ángel
Mario Cavaradossi = Carlos Carvajal, pintor de renombre.
Floria Tosca = Flor Trujillo, cantante de ópera
Scarpia = Galindo, jefe de la policía urbana.  
Spoletta = Marconi, subjefe de policía.
Sciarrone = Lucas Tello, abogado de la corporación municipal

Este es el argumento original
Obtenido de la web   www.weblaopera.com


El argumento de Tosca es de corte político, inserto en un ambiente histórico verídico que es la Europa del 1800, y en medio de la invasión de Napoleón a Italia (batalla de Marengo) en pos de sus ideas revolucionarias.
Cavaradossi es un pintor romano, amante de la conocida cantante Floria Tosca y de ideas revolucionarias y antimonárquicas (un volteriano). El barón Scarpia es el jefe de la Policía Real Romana, hombre de mala vida y de nula moral y sentimientos; desea carnalmente a Tosca y odia a los tipos como Cavaradossi. Tosca es una mujer de muy fuerte carácter, famosa por su voz y por sus terribles celos.
Cavaradossi ayuda a escapar a un amigo republicano prófugo del Castel Sant' Angelo (Cesare Angelotti) y lo esconde en su casa donde vive con Floria; Scarpia lo descubre todo torturando a Cavaradossi y haciendo confesar a Tosca. Este la maldice y le jura a Scarpia que Napoleón (vencedor en Marengo) los liberará de su yugo, por lo que se le condena a muerte por fusilamiento al amanecer en la azotea del Castel Sant' Angelo por sedición.

Presionada por la extrema situación, Tosca acepta la proposición indecente de Scarpia de pasar la noche con él, a cambio de la vida de Cavaradossi y un salvoconducto, para lo cual debería simularse la ejecución; Scarpia da las instrucciones en clave, y hace creer esto a Tosca, quien acto seguido lo apuñala al tratar Scarpia de consumar su maquiavélico plan.
Tosca presencia la supuesta ejecución simulada de Mario, y luego descubre aterrorizada la atroz trampa que desde la tumba le tendió Scarpia. Descubierto su crimen por los subalternos de Scarpia, se lanza al vacío desde la azotea.

Personalmente, esta ha sido una experiencia  de la que, a pesar de la escasa repercusión, me siento satisfecho.
Mi enhorabuena a las ganadoras. Me pondré en contacto con ellas  para darles el  premio
Espero no haberos aburrido demasiado 





miércoles, 15 de septiembre de 2010

MARIPOSAS NEGRAS ( Epílogo )



Epílogo


         Salí del juzgado solo y preferí caminar durante un rato. La declaración  fue larga, las preguntas de los abogados de la defensa buscaban la manera de hacerme caer en contradicciones. Intentaron desviar la atención dándole un cariz político, pero el fiscal fue desmontando una tras otra las posibles dudas que quisieron sembrar. Las pruebas eran contundentes.

         Estaba cansado, realmente cansado, pero no físicamente. La tensión acumulada en estos últimos días, las muertes de Flor y Carlos, todo eso me superaba. No estaba preparado para ese tipo de situaciones.
Dedicarme a la política había sido una de mis ilusiones de juventud. Piensas que con tus ideas puedes cambiar el mundo. Piensas que el entusiasmo va a poder con todo. Ahora, una tremenda frustración  había sustituido a ese entusiasmo. Mi partido prefirió mantenerse al margen a pesar de lo evidente de la culpabilidad del alcalde. Me ofrecieron un puesto que suponía una honrosa retirada de la vida política activa. La imagen del partido era lo más importante y lo ocurrido podía interpretarse mal y perjudicar el trabajo de años. Las elecciones estaban cerca y no se podían correr riesgos. 



Asi que donde yo, ingenuamente, pensaba que estaba actuando como un héroe podia acabar siendo tan villano como los otros.
“Ya sabes lo que pasa en estos casos”, me dijeron, “corremos el riesgo de que se levanten bulos, investiguen, etc. y ahora seria muy perjudicial” “Ya sabes     - me repitieron – difama que algo queda”
Pues no, ni sabia ni entendía por que el hacer lo correcto acababa volviéndose en mi contra.

Recordé como se precipitaron los acontecimientos, después de la visita de Marconi

         La trama era de una gran envergadura y había que actuar rápido, dado el riesgo de fuga de los implicados. Mi aportación solo fue la confirmación de una sospecha que había llevado a realizar una investigación en el más absoluto secreto.
Yo les proporcioné las pruebas que no tenían al entregar la información que me dio el constructor.

Había decidido dejar ese circo, en el que lo que menos importaba era defender los intereses de los votantes.

Presenté mi dimisión y decidí aceptar la oferta de trabajo que me habían hecho desde una empresa canadiense.

FIN

 

Nota del autor.-

Como os anuncié, este es el final de la adaptación de la obra.
Ahora, si lo deseáis, si habéis tenido ganas, interés o tiempo, podréis decir cual es, en vuestra opinión, la obra en la que me he basado para escribir este relato.

Os doy una pista. La obra fue estrenada en Roma en 1900.

Hasta el próximo sábado 18 a las doce de la noche, hora española, podéis escribir, si es vuestro deseo, en un comentario, el título de la obra en cuestión
El domingo 19 los publicaré y se conocerá quienes habéis acertado, y en consecuencia recibís el premio.
Espero que os hayais divertido
Gracias por vuestra colaboración y disculpad este experimento

Un abrazo    




domingo, 12 de septiembre de 2010

MARIPOSAS NEGRAS ( V )



        Acababa de entrar en el despacho cuando sonó el teléfono. Estaba muy cabreado. El interrogatorio había sido un fracaso. Marconi se pasó apretando las tuercas al pintor y este se desvaneció. No había dicho nada, absolutamente nada y encima hubo que llevarlo al hospital.
        Todo se estaba complicando mucho. En la última reunión que tuvo el grupo, los ánimos estaban muy exaltados. Los nervios traicionaron a mas de uno. La desaparición del constructor y de Javier Ángel no era una buena seña, y a ambos parecía que se los había tragado la tierra. Esa parte le competía directamente, era el responsable de la seguridad y hermetismo de la operación y no estaba haciendo bien su trabajo. Por si las moscas, tenía preparada una vía de escape hacia un país tropical don de no había convenio de extradición con España. Había acumulado una pequeña fortuna en estos años y podía permitirse vivir muy bien el tiempo que le quedase de vida. Lo sentía por su mujer y sus hijos, pero se consolaba pensando que, después de todo, la felicidad nunca es completa.

        Cuando al contestar el teléfono me dijeron quien preguntaba por mi, no pude evitar sonreír. Después de todo, puede que la noche no acabase tan mal.



        Flor tenía un presentimiento. Al entrar en la comisaría, la sensación de que algo andaba mal se acentuó. Preguntó por el Jefe Galindo y le pasaron a una sala de espera, mientras Galindo le recibía.
Lo vio llegar a través de los cristales. No le gustaba ese hombre, cuando se lo presentaron se sintió muy incómoda al notar como se la estaba comiendo con la mirada. Solo le faltó babear. A pesar de eso guardó las formas y ella tuvo que aguantar unos minutos de conversación con él. Al volver a verlo, sintió la misma repulsión que la primera vez, pero tenía que fingir para intentar averiguar el paradero de Carlos.

- ¡Flor Trujillo, que sorpresa tan inesperada!
- Buenas noches, Sr. Galindo
- Por favor, dejémonos de formalismos, llámeme Fernando
- De acuerdo Fernando
- Me han dicho que querías verme, acompáñame a mi despacho


     Una vez en su despacho me invitó a sentarme y él hizo lo propio

- Pues bien, tu dirás que te trae por aquí
- Verás, Fernando, es sobre mi novio Carlos Carvajal. Ha desaparecido y estoy muy preocupada. Nunca lo había hecho.
- Pero….. ¿Cuánto tiempo hace que no sabes nada de él?
- Unas horas
- Ya…. Pero es muy poco tiempo. No es razón para preocuparse ¿no?
- Verás, es que coincide con su desaparición que uno de tus hombres estuvo hoy hablando con él. He venido por si podías ayudarme a encontrarlo.
- ¿Y quien estuvo hablando hoy con él?
- Fabio Marconi
- Ya……

       Su rostro se desencajó por un instante. El estúpido de Marconi había metido la pata una vez más. Recuperó la compostura aunque vio que ella se había dado cuenta del cambio en su cara.

- Espera un momento, voy a hablar con Marconi a ver que me dice.

      Salió del despacho para pensar con un poco de calma.
      Volvió a los pocos minutos

- Flor, he hablado con Marconi y tengo malas noticias. Tu novio está detenido. Parece que está encubriendo a una persona que esta en busca y captura. Se encuentra en estas dependencias en una celda de aislamiento a la espera de llevarlo mañana ante el juez. Su situación es delicada por que la persona a la que encubre está acusada de delitos graves y no quiere decir nada sobre ella. Podría ir a la cárcel por muchos años.

     A Flor se le cayó el mundo encima. Se sintió mareada y Galindo le preguntó solícito.

- ¿Te encuentras bien?, ¿quieres que te traiga algo, una tila, un café, agua?
- No gracias, ya estoy bien. ¿Puedo verlo?
- No. Es imposible. Sabes que si estuviese en mi mano, lo autorizaría, pero dada la gravedad de lo que se le imputa, no puedo hacerlo – mintió –
- Pero, no puede ser tan grave. Suponiendo que sea cierto, solo estaría encubriendo a alguien.
- Si, pero eso lo convierte en cómplice de los delitos que se imputan a la persona que buscamos.



       Flor se daba cuenta de que Galindo no dejaba de mirarla con deseo. Había cruzado las piernas y su corta falda dejaba ver buena parte de sus muslos. Esta imagen iba acompañada de una blusa entallada y con los primeros botones desabrochados dejando entrever el inicio de sus generosos pechos. Decidió aprovechar esa ventaja.

- Lo comprendo, pero siendo tu el Jefe de Policía seguro que puedes hacer una excepción. Te quedaría muy agradecida. – le dijo exhibiendo una sonrisa-

      Galindo le miró pensando que iba a resultar más fácil de lo que pensaba.

- Podría considerar la posibilidad de una excepción. ¿Cómo cuanto de agradecida estarías?
- Todo lo que tu considerases necesario – respondió Flor, a la vez que empezaba a sentir una sensación de asco hacia el policía -

       Él se levantó de su sillón y rodeando la mesa se acercó hasta la silla que ocupaba Flor. Se situó detrás y puso sus manos en los hombros de ella.
- Estás tensa
- Si, es cierto, estoy un poco tensa, ten en cuenta las circunstancias.

     Se fue hacia la puerta y puso el pestillo. Después de acercó al teléfono que estaba sobre su mesa y marcó un número diciendo a su interlocutor que no le molestasen bajo ningún concepto. Flor se temió lo peor.
     Se acercó nuevamente hacia la silla donde Flor seguía sin moverse como una estatua de piedra.
      Volvió a poner sus manos sobre los hombros de la cantante, iniciando un suave masaje.

- Relájate, todo va a ir bien
- Es un poco pronto. Estoy nerviosa
- Tranquilízate, lo vamos a pasar muy bien, ya lo verás.

      Las manos de Galindo separaron la blusa y se introdujeron buscando los pechos de Flor. Ella se tensó instantáneamente.

- Espera, puede venir alguien
- No te preocupes, he dicho que no me molesten
- Si, pero…….
- Además tu novio está en el hospital. Podrás ir a verlo cuando salgas de aquí

      Estaba muy incómoda, mientras Galindo sobaba mis pechos y me besaba en el cuello. Me arrepentí de lo que acababa de decirle. No estaba preparada. Pensé que lo podría resolver sin tener que pagar ese precio por adelantado.
     Me levanté bruscamente y él puso cara de perplejidad.

- No, ahora no
- ¿Cómo que ahora no? ¿Pero quien te has creído que manda aquí?



       Le dio una bofetada y Flor se quedó conmocionada. Rompió los botones de la blusa y se quedó con sus pechos al aire, tapados parcialmente por un pequeño sujetador. Metió una mano por debajo de su falda y le arrancó el tanga con facilidad. La apoyó contra el escritorio, le subió la falda y empezó a desabrocharse los pantalones. Su erección era evidente. Le besó en los labios mientras le estrujaba los pechos, y ella que empezaba a ser consciente de lo que ocurría, empezó a decir

- No…., no….., no….

      El no hizo ningún caso, le mordió los pechos y se puso en posición para violarla. La resistencia que ofrecía Flor y el miedo a que gritase hizo que la golpease de nuevo. Por unos instantes perdió el conocimiento.

      Cuando recobré el conocimiento, sentí un intenso dolor en mi sexo. Me estaba violando. Me había dado la vuelta y me había apoyado boca abajo en la mesa. Sentía como el sexo del policía entraba en el mío y la sensación de rabia se sumó a la de asco.
      En la mesa, vi un abrecartas con forma de espada toledana y de dimensiones considerables. Estaba al alcance de mi mano. Sin pensarlo lo cogí y descargué un golpe hacia atrás esperando hacer blanco.
     Acerté en su costado. La sorpresa y el dolor hizo que se retirase y yo aproveché el momento para seguir apuñalándole con rabia. Intentó defenderse, pero tropezó y cayo al suelo. El abrecartas entraba con facilidad en su cuerpo y yo estaba ciega de ira. Descargué una y otra vez el instrumento contra él hasta que dejó de moverse.
      Al parar fui consciente de lo que había hecho. Me entro el pánico, pero después intenté pensar como salir de allí. Por suerte me había quitado la blusa antes de violarme, así que no se había manchado de su sangre. En su despacho, tenía un pequeño baño y lo utilicé para lavarme la sangre que me salpicó. Me vestí e intenté adecentar mi aspecto para no llamar la atención.

      Escuché durante un rato en la puerta para ver si se oía a alguien y cuando estuve segura, la abrí y salí. Hasta que no estuve en la calle no respiré de nuevo.
     Fui a recoger mi coche y me dirigí al hospital.


      Marconi estaba cenando con el abogado de la corporación municipal Lucas Tello cuando lo escucharon por televisión. Un informativo acababa de dar la noticia de la detención del alcalde de la ciudad, acusado de los delitos de prevaricación, estafa, apropiamiento indebido y otros que ya no escuché. Llamé a Galindo por teléfono pero no contestó. Lucas fue a buscar el Porsche mientras yo pagaba la cena. Me estaba esperando en la puerta cuando salí. Subí al deportivo y salimos a toda velocidad hacia la comisaría. Nuestras caras de preocupación hablaban sin palabras.




      La Unidad de Cuidados Intensivos del hospital, seguía con su actividad, que a ojos extraños parecía frenética. El enfermo de la cama 710 permanecía estable. Se le había diagnosticado un coma irreversible. Pero de repente, distintos indicadores empezaron a entrar en zona de riesgo y  los avisadores acústicos indicaron al personal médico de que algo andaba muy mal.
Treinta minutos mas tarde, el médico de guardia de la UCI certificaba la muerte de Carlos Carvajal por paro cardiaco

       En esos momentos, Flor Trujillo, entraba como una exhalación en la recepción del hospital y preguntaba si habían atendido a Carlos. Una amable auxiliar le confirmó que estaba ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos, pero no podía ser visitado. Ante la insistencia de Flor, le dijeron que intentase hablar con el médico de guardia.


      Cuando Marconi llegó a la comisaría, se dirigió hacia el despacho de Galindo. Al abrir la puerta se encontró con su jefe tumbado en el suelo en un charco de sangre. Llamó a los funcionarios y preguntó lo que había ocurrido. Ninguno supo decir nada, salvo que había dado órdenes expresas de que no le molestasen mientras estaba con la señora

- ¿Qué señora?
- Flor Trujillo, señor
- ¿Y donde está?
- Pues…… no se, salió hace una media hora de la comisaría.

      En ese momento, los policías asignados para custodiar a Carlos Carvajal en el hospital, estaban llamando a la comisaría para comunicar su fallecimiento y que habían autorizado a Flor Trujillo para que se entrevistase con el médico de guardia, al ser la única persona que conocía al fallecido y no haber ningún otro familiar.
       El sargento que recibió la llamada les ordenó volver a comisaría. Ya no tenía sentido que permaneciesen allí. El detenido no iba a escapar
       Cuando Marconi se enteró montó en cólera

- ¿Pero como pueden ser tan inútiles?. ¡Que vuelvan al hospital y detengan a Flor Trujillo, yo salgo ahora mismo hacia allí!


      El médico estaba acostumbrado a dar malas noticias. Formaba parte de su trabajo. Al principio lo pasaba francamente mal. Llegaba a sentir el dolor de los familiares como propio, hasta que comprendió que si no cambiaba su actitud, tendría que cambiar de trabajo.
      Le sorprendió la excesiva frialdad con que la novia del muerto recibió la noticia. Parecía que la estaba esperando. Enseguida le llamaron para otra urgencia y tuvo que dejarla después de acompañarla en el sentimiento.



     De repente las vi
     Decenas de Mariposas negras revoloteaban a mi alrededor. ¿Pero como podían estar en el hospital y no llamarle la atención a nadie?
     Recordé la superstición, cuando ves mariposas negras o se posan cerca de ti, es que alguien próximo va a morir.
    Vi la ventana.
    La abriré para que salgan, pensé.
    Lo hice.
    La noche era cálida.
    Miré hacia abajo
    Un patio interior rodeado de pequeños edificios.
    Escuché las voces en un segundo plano. Amortiguadas.
    Oí los pasos a la carrera.
    Las mariposas salían y se posaban en el cristal de la ventana
    Quiero ser mariposa, pensé
    Me impulsé desde el alfeizar de la ventana y me lancé al vacío.

    Continuará
    Fotografías tomadas de Google 



miércoles, 8 de septiembre de 2010

MARIPOSAS NEGRAS ( I V )



        Al abrir los ojos,  sentí un fuerte dolor de cabeza. Respiraba con dificultad por la cinta adhesiva que me tapaba la boca. El pánico me invadió al comprobar que estaba en el maletero de un coche. No podía moverme. Estaba con las manos atadas y cada intento de cambiar mi postura, suponía un pinchazo de dolor en mi cabeza. Lo último que recordaba era que después de la llamada a Eugenia escuché unos pasos detrás de mí y al girarme recibí un fuerte golpe en la cabeza. No pude ver a mi agresor.
         No comprendía por que me habían golpeado y secuestrado. Lo único que se me ocurría es que tuviese relación con Javier y su misteriosa llegada. Pero yo no tenía nada que ver con eso.   
         Intenté controlar el ataque de pánico que se adueñaba de mi. No había por que tener miedo. Yo no tenía nada que ver con lo que hubiese hecho Javier. Apenas tenía relación con él. Se lo explicaría a mis captores y lo comprenderían. Seguro que si. 
 
      
   Al momento de hacer esa reflexión, me di cuenta de que nada tenía sentido, por mucho que intentase explicarlo, no me iban a creer. Intenté concentrarme en los ruidos que iba escuchando. Solo se oía el motor del coche. Supuse que viajábamos por una autopista ya que la velocidad era constante y no había curvas.
         Tuve un mal presentimiento. Intuía que aquello no iba a terminar bien. Sin saber por qué, empecé a pensar en Flor. Sabía que era la mujer de mi vida. Esa a la que siempre buscas. Cuando la encuentras, sabes que es ella. Y al hacerlo, te juras por lo mas sagrado que harás lo imposible para pasar el resto de tu vida a su lado. La amaba con todo mi corazón y sabía que ella a mi también. Ahora me arrepentía de la discusión que tuvimos antes de marcharse del pueblo. Como siempre, por una tontería, pero los momentos de felicidad que habíamos pasado minutos antes se enturbiaron y se marchó enfadada.
         Al cabo de un tiempo debimos de entrar en una población. Se escuchaban otros coches. Arrancábamos y parábamos en lo que supuse, serían semáforos. Unos minutos después el coche se detuvo y se apagó el motor. Se abrió una puerta y oí que unos pasos se acercaban al portamaletas.
         El sonido del pestillo de la cerradura precedió a una luz intensa que me deslumbró momentáneamente.
         Reconocí a Marconi, que me ayudó a salir del habitáculo y me habló

-         Si eres inteligente y aprecias tu vida estarás calladito. Te voy a quitar la mordaza y te voy a cambiar la cinta adhesiva por las esposas. No hagas tonterías. ¿Me has entendido?

Asentí con la cabeza y un nuevo pinchazo me recordó que no debía hacer movimientos  bruscos.
Me quitó la cinta de la cara de un tirón y por fin pude respirar con normalidad. A continuación me quitó la de las manos con una navaja y me puso las esposas.
Estábamos en un garaje, en el que la mayoría de los vehículos eran coches patrulla de la policía.

-         ¿A dónde me lleva?, yo no he hecho nada.
-         ¡Te he dicho que no hables!

Marconi, acompañó sus gritos con un golpe en la cabeza que me dejó sin respiración del dolor. A partir de entonces no dije nada.
Cogimos un ascensor y me llevó a una sala en la que varios funcionarios de uniforme parecían enfrascados en una animada conversación. Callaron y se empezaron a mover al ver aparecer al subjefe y a mi, esposado.

-         Tomadle la filiación y llevadlo al calabozo. Está detenido por encubrimiento. Mantenedlo aislado. Mañana lo llevaremos ante el juez. 


Uno de los funcionarios se fijó en la sangre reseca que se veía en su cabeza y Marconi se dio cuenta

-¡Ah!, se me olvidaba, al proceder a la detención se ha dado un golpe en la cabeza. No parece nada serio, pero que lo vea un médico.

Cuando fui a protestar, una mirada suya me fulminó y permanecí callado.
Mientras me tomaban los datos, vi a Marconi que se metió en un despacho y se puso a hablar por teléfono
El médico no apreció nada importante salvo la contusión con una pequeña herida abierta que ya no sangraba.


Fernando Galindo se encontraba en su domicilio cuando recibió la llamada de Marconi. Habló unos segundos con él  y colgó.
Su mujer estaba acostumbrada a las llamadas del trabajo y sus consecuencias.

-         Tengo trabajo – le comunicó- no se cuando volveré.
-         Ten cuidado –respondió ella, con una mirada de resignación-
-         Siempre lo tengo. Ciao

Mientras bajaba al garaje a  coger el coche, pensé en la breve conversión con Marconi. Tener detenido a Carlos Carvajal, daba un giro inesperado a la situación. Probablemente no sabría gran cosa, pero quería interrogarle personalmente. Además tenía el valor añadido de ser el novio de Flor Trujillo, eso me daba una posibilidad de verla de nuevo.
Desde que la conocí, después de una representación  de Madame Butterfly, en la que la magistral interpretación del sufrimiento de  Cio-Cio-San, me hizo derramar más de una lágrima, me propuse conocer y conquistar a esa mujer. De belleza serena y porte de diosa, me provocaba un fortísimo atractivo sexual, casi animal. Me prometí a mi mismo que sería mía, y ahora el destino me brindaba una posibilidad.

El escaso tráfico me permitió llegar en 15 minutos a la comisaría. Llegué hasta mi despacho donde me esperaba Marconi.

-         Cuéntame como ha ocurrido

Mi hombre de confianza me relató lo acontecido hasta ese momento y vi una clara posibilidad de poder localizar a Carlos Carvajal.

-Voy a interrogarlo



El cuarto de interrogatorios no tenía nada que ver con los que se podían ver en los telefilmes. No había espejos con visión desde el otro lado, ni cámaras. Solo una mesa y dos sillas en las que se sentaban el interrogador y el interrogado.
Me hubiese gustado poder aplicar las técnicas aprendidas en Iraq, pero no podía arriesgarme a un escándalo. Tendría que conformarme con las preguntas tradicionales. En cualquier caso, no estaba dispuesto a que un mamón como ese se riera de mi. Si sabía algo, se lo sacaría.

Uno de los funcionarios que estaban de guardia, llevó a Carlos a la sala de interrogatorios. Y unos minutos mas tarde, vio entrar a Galindo y a Marconi a dicha sala.
Durante dos horas, escuchó los gritos del detenido y después silencio. La puerta de la sala se abrió de golpe y Marconi le llamó.

-         El detenido se ha desmayado, bájelo a la celda hasta que recupere el conocimiento.

Lo dejaron en el camastro de la celda y seguía inconsciente.
Minutos mas tarde, el funcionario que lo llevó, fue a verlo de nuevo. No le gustó su aspecto. Respiraba con dificultad y tenía un color extraño. Avisó a su superior.



La ambulancia llegó en pocos minutos, lo trasladaron al hospital Virgen de los Desdichados y cuando llegó ya estaba en coma. Quedó ingresado en la unidad de cuidados intensivos.

La preocupación de Flor ante la ausencia de noticias de Carlos fue en aumento. Le había llamado muchas veces para disculparse por su enfado, pero no contestaba al teléfono.
Llamó a  Eugenia, a pesar de que no le hacía ninguna gracia, y sus noticias le preocuparon todavía más.
Carlos había desaparecido.
Eugenia también estaba preocupada. Carlos tenía que haber ido a su casa a discutir detalles de la ejecución de la obra. Llamó al sacristán para preguntar por él y este le dijo que cuando fue a cerrar la iglesia estaba vacía y todas las pinturas del artista estaban sin recoger, algo totalmente inusual. El sacristán le contó la conversación con el forastero que preguntó por Javier y que había visto a Carlos hablando con él. Flor le preguntó su nombre y al decírselo creyó recordarlo. Era poco común y le sonaba mucho.
Minutos después de colgar el teléfono se acordó. Lo vio en televisión. Fabio Marconi dio una rueda de prensa para explicar la captura de una peligrosa banda de delincuentes. Era policía. Y ella conocía al jefe de policía.

Sin pensarlo salió hacia la comisaría central.

Continuará

domingo, 5 de septiembre de 2010

MARIPOSAS NEGRAS ( III )


Nota .-
            El relato constará de cinco capítulos y un epílogo. Dada su extensión, he considerado oportuno cerrar la posibilidad de los comentarios hasta la última entrega, donde quien haya podido o querido averiguar el título del texto original en que me he basado, podrá decirlo si lo considera oportuno. Habrá una fecha límite para poder hacerlo. Al estar los comentarios moderados, nadie podrá aprovechar el buen hacer de otros, ya que se publicarán todos a la vez. De esta forma se sabrá quien o quienes son los ganadores del premio.

           Esto solo pretende ser una experiencia divertida. Tomadlo como tal
           Gracias

            Tercera parte.-


Los años de experiencia como policía me enseñaron a desconfiar de lo que me contaban. Las preguntas que le hice a Eugenia Ángel fueron sencillas y sin doble sentido. Sus respuestas no me convencieron a pesar del aplomo con que la marquesa respondió. Había algo en ella que delataba un  interés en proteger a su hermano.
Salí de la mansión y me dirigí al centro del pueblo. Busqué la plaza y me dirigí a un bar que parecía relativamente nuevo.
Había poca gente. Unos jubilados jugaban una partida de dominó en una mesa y dos lugareños tomaban una cerveza en la barra.
Detrás de la barra había una mujer de unos cuarenta años que atendía las peticiones de los clientes. Era bien parecida. Su rostro delataba  años de trabajo que se acumulaban en incipientes arrugas. Su gesto era adusto. No invitaba a entablar conversación.
 Exhibí una sonrisa y me dirigí a ella

-         Buenos días. ¿Me pone un café con hielo? Por favor
-         Buenos días. Enseguida señor

La observé mientras manipulaba la cafetera y decidí que merecía la pena intentar follar con ella. Tenía un pecho generoso resaltado por un ajustado top   y un cuerpo muy apetecible
Cuando se acercó nuevamente a mi posición, le hice una pregunta

-         Disculpe señora, busco la casa de los marqueses – mentí- Soy amigo del hermano de la marquesa y me dijo que iba a  estar aquí, pero no me dijo como llegar. ¿Podría indicarme como llegar?

La mujer, poco acostumbrada a que le tratasen con tanta cortesía, cambió la dura expresión de su cara y sonriendo le indicó el camino

-         Muchas gracias por la información, señora………….
-         Luisa, me llamo Luisa
-         ¡Oh! Que nombre tan bonito. Yo soy Fabio, Fabio Marconi
-         ¿Es usted italiano?
-         No, no. Mi padre lo era, pero yo nací en España. Disculpe Luisa. ¿Por casualidad  no habrá estado el su local  Javier, el hermano de la marquesa?
-         Pues no. El pueblo es pequeño y no ha venido ningún forastero por aquí en los últimos días. Excepto usted, claro. Pero espere un momento

Se dirigió hacia los dos hombres que estaban en la barra y les habló. Uno de ellos, que no me había quitado ojo de encima, se acercó hacia mi.



-         Si pregunta usted por Javier Ángel, ha estado hace unas dos horas en la Iglesia. Es amigo de Carlos Carvajal, el pintor, está restaurando una de las cúpulas. Los vi hablando un rato, y después se marchó.
-         Muchas gracias – respondí – Y usted es………
-         Soy Felipe, el sacristán.
-         Encantado Felipe, yo soy Fabio – le dije mientras estrechaba su blanda mano. Fue un acto cortés pero repulsivo para mi. No me gustaban las personas que al dar la mano, parecía que se escurría de la tuya. No eran de fiar –

Salí del bar, no sin antes, haber quedado en volver, para “despedirme” de Luisa.
Me dirigí hacia la Iglesia caminando, hacía un calor insoportable,  y aunque el trayecto era corto llegué completamente empapado. Se agradecía la frescura que se notaba al entrar en el templo. Estaba casi en penumbra excepto una zona en la que se veía un andamio montado y que disponía de iluminación artificial.
Me acerqué caminando despacio y vi a un hombre, vestido con mono de trabajo, manipulando latas de pintura.
Supuse que sería el pintor amigo de Javier



-         Disculpe. ¿Es usted Carlos Carvajal?
-         Si, soy yo
-         Verá, soy Fabio Marconi, estoy buscando a Javier Ángel y me han dicho que ha estado por aquí hablando con usted

El hombre me miró con cara de pocos amigos y a continuación me dijo

-         Pues alguien se ha equivocado. Conozco a Javier, pero no ha estado por aquí. De hecho hace meses que no le veo.
-         Ya ……  ¿Esta usted seguro de que no lo ha visto? Es muy importante que hable con él.
-         Le repito que hace meses que no le veo.
-         Bien….. Si por casualidad le ve, ¿podría decirle que le estoy buscando?, como ya le he dicho, es importante. Le dejo mi tarjeta.
-         Si lo veo, se lo diré.  No quiero ser descortés, pero tengo trabajo.
-         Claro, claro, disculpe las molestias. Buenas tardes
-         Adiós.

Di la vuelta y me dirigí hacia la puerta. La zona estaba oscura, asi que no me costó esfuerzo abrirla y quedarme dentro en lugar de salir hacia la calle. Me escondí tras una inmensa columna y esperé.
Tenía una sospecha que quería confirmar
Pude ver como Carvajal sacaba un teléfono móvil del bolsillo de su mono y marcaba un número. La total ausencia de ruidos me permitió escuchar la conversación con nitidez.

-         ¿Eugenia?, soy Carlos. Acaba de salir de aquí un tipo que no me ha gustado nada. Preguntaba por Javier. Me ha dado su tarjeta y es el subjefe de la policía urbana de  la ciudad. ¿Qué ocurre Eugenia? ¿En que anda metido Javier?
-         ………………….
-         Le dije que hacía meses que no le veía, pero me da la sensación de que no me    ha creído
-         ………………….
-         Tranquila, no te preocupes. No creo que vuelva.
-         ………………….
-         De acuerdo hasta luego


Aunque no pude escuchar parte de la conversación, fue suficiente para saber que el pintor conocía donde se encontraba Javier. Sabia que me estaba engañando, pero confirmarlo, me molestó, Este artista de pacotilla se iba a enterar de quien era yo. Se cree superior por que ha conseguido un poquito de gloria. Pues va a saber quien es el superior.
Aprovechando la penumbra, me deslicé con sigilo por un lateral, sorteando las distintas imágenes religiosas hasta situarme cerca de donde se encontraba el pintor.
Estaba de espaldas a mi y no me oyó llegar. Cuando escuchó el ruido de mis pasos ya era tarde. Le descargué un golpe seco en la nuca que le hizo perder el conocimiento, desplomándose al suelo. Busqué en sus bolsillos hasta encontrar la tarjeta de visita que le había dado y la recuperé, después lo arrastré hasta esconderlo detrás de uno de los altares. Lo dejé maniatado y amordazado con cinta adhesiva.
A esas horas nadie iba a acercarse a la Iglesia. El sacristán me dijo que el sacerdote estaba oficiando un funeral en un pueblo limítrofe y él no iría hasta el momento de cerrar, cuando el pintor terminase su jornada.
Salí a la calle a buscar el coche. Por suerte no me crucé con nadie. Pero para asegurarme de que el sacristán seguía allí entré de nuevo en el bar de la plaza.
Luisa me sonrió al verme y se acercó a donde yo estaba. Felipe y su compañero, seguían dando cuenta de la que debía de ser la enésima cerveza y enfrascados en una discusión de fútbol.

-         He venido a despedirme, Luisa
-         ¡Oh! Ya se marcha usted – su mirada mostraba decepción -
-         Si, lamentablemente, me han llamado del trabajo y no puedo quedarme el tiempo que tenía previsto.  ¿Me pone un café con hielo?
-         Enseguida



Esa mujer me encendía, me provocaba y decidí jugármela a una carta.
Me dirigí a los aseos y antes de entrar al distribuidor que separaba el de señoras del de caballeros, me giré y miré hacia la barra. Ella me estaba mirando y bajó la vista como si hubiese estado haciendo algo que no debía. Esperé en esa posición. Los únicos clientes seguían enfrascados en su  discusión y no prestaban atención.  Cuando Luisa volvió a mirar, le hice un gesto con la mano llamándola. Ella se extrañó  y  se acercó hasta donde yo estaba, a la vez que me metía en la zona de los aseos.
Cuando entró, cerré la puerta. La cogí por los hombros y sin que pudiese reaccionar la besé. Al principio no respondió al beso y se resistió pero sin convicción. Poco a poco se fue relajando y mi lengua pudo abrirse camino en su boca, mientras mis manos recorrían su espalda y presionaban su cuerpo contra el mío de forma que notase a la perfección que “mi hermano pequeño” había dejado de serlo. Mi boca pasó a su cuello y enseguida empezó a gemir. Me separé y cogiéndola de la mano la llevé al baño de señoras. No había ninguna mujer en el local y no quería que uno de los palurdos que estaban en la barra nos interrumpiese.
El baño era muy pequeño, apenas cabíamos. Con prisa, le subí el top hasta sus hombros y sus generosos pechos aparecieron ante mi, parcialmente protegidos por un sujetador de encaje, mis manos los estrujaron primero y buscaron el cierre de la prenda a continuación para liberarlos. Empecé a soltar los botones de su vaquero. Ella intentaba hacer lo mismo conmigo, pero el poco espacio de que disponíamos no facilitaba la labor. Esperó a que yo terminase de bajar sus pantalones hasta los tobillos y ella continuó con mi ropa.
Para entonces, mi pene estaba deseando ser liberado de su encierro.
Desabotonó mi camisa, soltó mi cinturón y me bajó los pantalones y el slip. Tenia el sexo con vello, sin arreglar, pero no me importó, eso le daba un toque mas salvaje al momento.
Mi boca se lanzó a sus pechos, los chupé, los mordí, los estrujé, mientras su mano se perdía en mi sexo y  la mía en el suyo. Estaba completamente húmedo. No había tiempo para mucho preludio, así que le hice darse la vuelta y se apoyó en la pared.  Entré despacio y ella hizo un movimiento hacia atrás  para terminar la penetración. Estaba ansiosa,  yo también. La sujeté por las caderas y mientras mi pubis golpeaba rítmicamente  en sus nalgas, sus bamboleantes pechos parecían moverse al son de sus gemidos. Me pidió que aumentase el ritmo y no me hice de rogar. Mis manos pasaban de su cadera a sus pechos acompañándolos en su frenético baile. Sus gemidos aumentaron de intensidad en proporción a mi ritmo, hasta que  su espalda se arqueó, empezó a temblar y anunció  un orgasmo que por su intensidad provocó también el mío. Cuando terminamos y se normalizó nuestra respiración, nos dimos un fugaz beso y empezamos a vestirnos con rapidez. Se escuchaban las voces achispadas de los únicos clientes del bar llamándola para pedir una nueva ronda de cervezas. 



Luisa salió como si viniese de la cocina y les sirvió sus cervezas. Yo salí al cabo de dos o tres minutos. Pedí a Luisa que me cambiase los cubitos de hielo, de los que no quedaba ni rastro. Tomé mi café y al pagar le di un papelito en el que había anotado un número de teléfono y la palabra “Llámame”. Me despedí con una sonrisa y fui a recoger el coche.
Miré el reloj. Había pasado media hora desde que salí de la Iglesia.
Aparqué en la puerta y entré en el templo.
El pintor seguía inconsciente.
Comprobé que respiraba y lo arrastré hasta la puerta. Salí, abrí el maletero  y después de asegurarme nuevamente de que no había nadie por allí cogí su cuerpo y lo metí en el maletero cerrándolo a continuación. Subí al  coche y arranqué en dirección a la ciudad.

Continuará
Fotografias extraidas de internet