miércoles, 24 de febrero de 2010

MI COLEGIO


            
            Sábado, cuatro de la tarde.
Todos nos habíamos acicalado para salir. Normalmente hacíamos planes pensando donde pasar la tarde.
La planta de internos  estaba dividida en dos alas y un hall central donde nos reuníamos al sonido del timbre de llamada. Unos minutos después, aparecía el Hermano G. Se hacia un silencio sepulcral, sin que hiciese falta pedirlo, y su mano se perdía entre los botones de la sotana sacando lo que mas temíamos.
La libreta. La famosa libreta de tapas negras que era abierta por una pagina determinada, para dar comienzo al ritual.
El Hermano G nos miraba a todos con una sarcástica sonrisa, disfrutando el momento, antes de empezar a leer.
La longitud de la lista dependía de como había sido la semana y de su benevolencia  a la hora de evaluar si eras merecedor del castigo o no. Podía contener entre dos y veinte nombres y la lectura de cada uno, indefectiblemente, acababa con una palabra: “Retención”
Conocíamos perfectamente su significado. Implicaba, no salir hasta la semana siguiente.
Esas horas, en las que los mas afortunados conseguían pisar las calles de Zaragoza, otros, estábamos señalados por el destino para aparecer misteriosamente en esa libreta, aunque no supiésemos las causas y las pasábamos perdiendo el tiempo en nuestras habitaciones (teóricamente estudiando).
Por que, eso si, como era un colegio de lujo, teníamos habitaciones individuales

Eran los últimos coletazos de la época en la que imperaba la máxima de “La letra con sangre entra”, y se producían habitualmente escenas  que hoy serian calificadas de “malos tratos”, sin ningún pudor.
Había algunos “Hermanos” que eran conocidos por su facilidad a la hora de sacar la mano a pasear para dar bofetadas. Siempre hacíamos apuestas sobre la cantidad propinada en cada clase y el Hermano G era uno de los habituales ganadores. Impartía  Latín y su media estaba en mas de 100 bofetadas por hora, que era el tiempo que duraba la clase.
Pero el Hermano G, y alguno mas  como el, no eran considerados peligrosos entre nosotros. Ya estábamos habituados  a llevar la cara colorada de sus caricias. El problema estaba con algún otro que, por esto de la movilidad geográfica en el trabajo, que ya existía entonces, nos venia rebotado de algún otro colegio.
Hubo uno, el Hermano B que estaba completamente loco, y si tenias la mala suerte de cruzarte en su camino, o estar en su clase cuando se alteraba su neurona (no creo que tuviese mas de una) te podía pasar cualquier cosa.



Era la época en que empezábamos a fumar. El patio del colegio tenia un rincón, mas o menos oculto en el que algunos nos metíamos durante el recreo a fumar un pitillo. Aquel día yo no tenia ganas y no fume, pero entre con los otros tres chavales que íbamos habitualmente. Al terminar, salíamos con disimulo, pero en esa ocasión, el Hermano B nos vio.
Nos llamo a los cuatro y después de intentar averiguar lo que estábamos haciendo y no conseguirlo, nos puso de rodillas, delante de el en mitad del patio. Nos fue mirando uno a uno. Estábamos completamente acojonados.
De repente me pregunto que de que me reía No hace falta decir que  precisamente reírme, no me estaba riendo, mas bien todo lo contrario.
El  interpreto que si, y me dio la primera bofetada que me tiro largo al suelo.
El espectáculo había comenzado.
Me incorpore para ponerme otra vez de rodillas y vino la segunda, y la tercera y la cuarta…….
Los chavales se habían arremolinado a una distancia prudente, pero observaban con estupor, según me dijeron después.
Había, también tres “Hermanos” mas, que debieron encontrarlo divertido, por que no hicieron nada para pararlo.
Durante quince minutos estuvo golpeándome sin parar en movimientos repetitivos en los que yo caía al suelo y me volvía a levantar para esperar la siguiente.
Tuve suerte
A partir de la cuarta o quinta, deje de sentir dolor.
No paso absolutamente nada

Otro tipo de espécimen calificado también como peligroso eran los “Hermanos manos largas”
Estos, que también venían  exportados de otros colegios, no utilizaban la violencia, sino todo lo contrario.
Eran todo “amor y cariño” hacia nosotros. Por suerte hubo pocos durante mi época, pero, hubo uno que llamare Hermano X  que hizo la vida imposible a algunos chavales. Yo tuve suerte y me libre de ser “favorito” suyo, pero otros no tuvieron tanta suerte.
Era indignante el descaro con que se dedicaba a acariciar a crios que no se atrevían a abrir la boca por miedo a las represalias, durante las clases.
No paso absolutamente nada


En una ocasión,  otro interno como yo, recibió una carta de un amigo que paso la censura y se la dieron sin abrir.
El sobre contenía, además de una carta, recortes de revistas francesas en las que señoritas despojadas de sujetador, lucían unos hermosos pechos. 
Cuando vimos el material, además de poner unos ojos como platos, establecimos unos días en los que iríamos disfrutando de la contemplación de tan exquisitas fotografías.
Sabéis que ocurrió
Pues que el día que yo estaba extasiado en mi habitación admirando las tetas en papel couche que me habían dejado, el Hermano G abrió la puerta y me pillo.
Después de la consiguiente retórica, de haber requisado el material y de hacerme jurar que me iba a confesar al día siguiente, me dijo que se iba a pensar si se lo decía al director, por que eso era expulsión inmediata.
El director se entero tres meses mas tarde. No me expulsaron
Poco después de saberlo el director, tuve que ir a pedir permiso para algo a la habitación del Hermano G que estaba junto a la del resto de los internos.
Tenia el armario de su habitación abierto . En una repisa del armario se veían los recortes de revista que me había requisado meses atrás
No me atreví a preguntarle si se confesaba todos los días

Pase seis años de mi vida interno en ese “colegio” y a pesar de eso, no visito al psiquiatra
Me resulta bastante chocante la situación actual en la que las victimas han pasado a ser verdugos y viceversa en muchos casos
¿No puede haber un sistema educativo racional?
¿Tan difícil de conseguir es?


Mi buena amiga Capri publicó no hace mucho la antítesis de lo que seria este post. Su lectura me trajo recuerdos deseados y nunca vividos, y me decidió a escribir mi experiencia escolar.


  




Fotos tomadas de Google

sábado, 20 de febrero de 2010

RESTAURANTE DE PLAYA ( Y I I I )



         No solía asistir a eventos de ese tipo, pero la insistencia de Santi, me convenció. Era un congreso de nuevas tendencias de cocina. Duraba dos días, en Barcelona. No confiaba que me fuese a servir de mucho, pero un cambio de aires no me iría mal. Estábamos a final de temporada y en el restaurante se las podían arreglar sin mi.

-         Tómatelo como un acto promocional – Me decía Santi – Ira la flor y nata de la cocina española y podrás hablar con colegas e intercambiar opiniones.

Acepté y le comenté a mi mujer la posibilidad de que me acompañase.

-         Me voy a aburrir como una ostra. Tu estarás todo el día metido en el congreso, y yo ¿Qué hago?

No insistí.

Una semana mas tarde cogia el coche para ir al congreso.
La primera jornada, fue interesante, pero, lo que allí se exponía, no era la línea de trabajo de mi restaurante. Además, mi mente estaba en otro sitio

Desde el encuentro con Tina, algo había cambiado entre nosotros, fue como si hubiese liberado algún fantasma, después de aquella noche. La relación continuó bien, pero deje de percibir esas miradas furtivas que me dedicaba alguna vez. El trato era correcto, pero solo eso.
Había empezado a salir con un chico y la cosa parecía ir por buen camino. Nunca hablamos de lo ocurrido.

Tenia bien pensado lo que iba a hacer.

Al terminar la   primera jornada, llame a mi mujer, eran las ocho de la tarde. Me contestó diciéndome que había salido a comprar unas cosas y que se volvía ya a casa. Quedamos en hablar al día siguiente.

Cene con los congresistas y después aduje un fuerte dolor de cabeza para marcharme al hotel. Una vez allí, recogí mis cosas, deje una nota en recepción para Luis diciendo que había un problema en casa y me había tenido que ir con urgencia.
Cogi el coche y  salí de regreso a Santa María del Mar. Me quedaba una hora de viaje.

         Aparqué en la parte posterior de la casa y entré sin hacer ruido.  La vivienda tenia dos plantas. En la planta inferior se encontraban las zonas de estar y la cocina. En la superior estaban los dormitorios y una gran terraza.
         Dejé la bolsa en el hall y me aproximé al salón. No había nadie. En una mesa junto a la chimenea, había dos vasos con cubitos de hielo que estaban casi deshechos. Recorrí el resto de las habitaciones de la planta y no tampoco encontré a nadie, por lo que empecé a subir las escaleras de acceso a la planta alta. En esa planta había tres dormitorios, dos tenían la puerta abierta y el tercero estaba cerrado. Me acerqué despacio y me situé delante de la puerta.

         Los gemidos eran perfectamente audibles, dudé unos instantes pero me decidí a no esperar más. Afrontaría lo que me iba  a encontrar. Por un momento imaginé a mi mujer cabalgando sobre las caderas de su amante, vi su cara de satisfacción disfrutando de las embestidas, su cuerpo subiendo y bajando a un ritmo frenético. Pensar en eso, me llevó a abrir la puerta de golpe.

         Aunque estaba tumbada de espaldas y desnuda reconocí a mi mujer. 
Estaba semi cubierta por una sábana, pero claramente, se encontraba practicando un sesenta y nueve con otra persona.
No me equivoqué.

Al oír la puerta, las dos mujeres se sobresaltaron. La mujer de Javier se volvió hacia la puerta. Tina, no hizo falta que lo hiciese por que estaba frente a ella.
Me quede completamente noqueado. La visión de Tina y mi mujer, desnudas, haciendo el amor, fue algo que no me esperaba.
         Se hizo un embarazoso silencio en la habitación. Ellas permanecieron calladas, sudorosas, respirando agitadamente y mirándome. Yo no sabía que decir, y lo que veía  estaba empezando a gustarme.
Di media vuelta y salí de la habitación. Baje al salón, me puse un Whisky y empecé a cabrearme por haber sido tan ingenuo. Tina me había engañado como a un chino cuando me contó que mi mujer me la estaba pegando con un tío. No sabía desde cuando estaban liadas, pero daba igual. Su romance podía continuar, pero en otro escenario. Me senté en el sofá a esperar y minutos mas tarde, bajaron las dos.
No pensé que fuesen a hacerlo, pero lo intentaron

-         Podemos explicarlo – dijo mi mujer.
-         No hay nada que explicar. Tina  estas despedida, sal de esta casa.  Y tu, haz las maletas, también te vas. Mi abogado se pondrá en contacto contigo.

Ahorrare los detalles escabrosos. Me dijo de todo, pero me daba igual.

Empecé a beber demasiado. Durante el día, me mantenía bien, mas o menos entero, pero al regresar a casa, todo se venia abajo. La soledad que siempre había sido una fiel compañera, que siempre me mostró su cara amable, esta vez se había vuelto en mi contra. Era una losa difícil de soportar.

Todavía olía su perfume, todavía la veía  moviéndose por la casa como si nada hubiese ocurrido. La había querido mucho. Todavía la quería en realidad.

Cada noche, en la época invernal,  encendía la chimenea, ponía algún Réquiem en el estereo  y me sentaba en el sillón a contemplar como el fuego consumía los troncos, acompañado de una botella de Whisky. A partir del segundo, empezaba a notar las lágrimas por mi cara y minutos después sollozaba como un niño. A veces me despertaba cuando amanecía y me iba dando tumbos hasta la cama. Otras era incapaz de moverme.



Los empleados del restaurante andaban preocupados por mi comportamiento. Había pasado tiempo y yo no mejoraba. German,  mi chef,  era mi hombre de confianza y quien en realidad estaba llevando el peso del negocio desde mi separación. El día de mi cumpleaños, se presentó en casa antes de ir a trabajar. Venia con un paquete de grandes dimensiones. Me felicitó y me lo entregó
El paquete contenía un cachorro de Doberman.

-         Tendrás que cuidarlo. Todavía toma biberón

Algo cambio en mi cuando vi al animal. German se despidió para ir al trabajo y me dejo con el cachorro. Siempre me habían gustado los perros y me encariñé en el momento en que lo cogi.
Lo bauticé con el nombre de  Thot el dios egipcio de la sabiduría y la escritura.

Sin darme cuenta deje de beber. Las noches en casa estaban animadas por las ganas de jugar de Thot. Paseábamos por la playa y mi situación personal empezó a estabilizarse.

El problema fue que en la misma medida que yo volvía a la normalidad, el negocio empezó a ir mal. Pese a todo, teníamos una clientela fiel que nos mantenía a flote. Matrimonios ya mayores, empresarios, etc., entre ellos había una mujer que era habitual, casi desde que abrí el restaurante. Se llamaba  Laura. Era viuda, su marido, empresario de la construcción, murió en un accidente de tráfico. Tenía una tienda de objetos de regalo, que mantenía abierta sin necesidad, ya que disponía de patrimonio suficiente para vivir sin tener que  trabajar. Era guapa, no espectacular, sin estridencias. Lo que mas me llamaba la atención era su elegancia. Hay cosas que no se compran con dinero, y la elegancia es una de ellas.
A  lo largo de los años habíamos forjado una buena amistad y manteníamos buena relación   

Una mañana, recibí la visita de un abogado que dijo representar a un cliente. Este cliente, que por el momento quería permanecer en el anonimato, me proponía  la compra de una parte del negocio. Representaría lo suficiente como para acometer algunas reformas que ya hacían falta y reorientarlo. Lo hubiese hecho si las cosas no hubiesen empeorado y si yo no me hubiese dedicado durante un tiempo a beberme una destilería entera.   Lo escuche amablemente, me dejo su tarjeta y después de agradecer su propuesta, le dije que no estaba interesado.
El abogado me llamo varias veces insistiendo y yo rechazaba su propuesta en cada ocasión. Incluso me dijo que pusiese yo el precio, pero aun así lo rechacé.
Yo no había hablado de este tema con nadie, ni siquiera con German, pero la realidad es que me empezaba a gustar la idea. Me permitiría hacer lo que era necesario y yo seguiría siendo el accionista mayoritario.

Todas las noches sacaba  a pasear a Thot por la playa. Esa noche vi a  Laura que venia caminando por la orilla
Había muchas cosas que me gustaban de ella, pero nunca le dije nada. No quería estropear nuestra amistad y tampoco sabía como podía reaccionar ella ante una proposición. Parecía fría y distante, pero cuando hablabas con ella aparecía su autentica forma de ser, que no tenia nada que ver con esa impresión. Me ayudó mucho en los peores momentos de la separación.
Nos saludamos con dos besos, como siempre y comenzamos a charlar. Después de un rato, le invite a tomar un café en casa y aceptó. Estuvo jugando con Thot, mientras yo preparaba el café.
Nos sentamos en la terraza. La temperatura era muy agradable y había una luna llena preciosa.
Laura, aquella noche tenía algo especial. Su mirada no era la de siempre. Parecía algo nerviosa.
Hubo un momento en que nos quedamos callados mirando al cielo estrellado. Yo, después la mire a ella, que seguía aparentemente ensimismada con las estrellas, me levanté, me acerqué hasta donde estaba y le tape la visión del cielo.
Me miro y sin hablar una palabra me lo dijo todo. La bese allí mismo con la luna de testigo.

-         Creí que no te ibas a decidir nunca – me reprochó

Minutos después estábamos en mi dormitorio
Cuando acabamos  de hacer el amor, me soltó:

-         Deberías aceptar la oferta que te han hecho


Fin




miércoles, 17 de febrero de 2010

RESTAURANTE DE PLAYA (I I)



Caminando llegamos al restaurante. Ella se quedo fuera mientras yo entraba a cambiarme de ropa rápidamente. Fuimos al pueblo de al lado a una discoteca.

La música estaba a un volumen ensordecedor y convertía una conversación en ejercicio imposible. La única ventaja que le vi es que obligaba a que tanto ella como yo nos tuviésemos que aproximar hasta acercar nuestras bocas a nuestros oídos para poder entendernos. Olía a mar y a jazmín. Su perfume era suave y embriagador. Me regalaba sus sonrisas sin el decoro y la prudencia que había que guardar en el trabajo. Me gustaba cada vez mas.

Apure el vaso para salir de allí y fuimos paseando hasta el paseo marítimo, donde todavía quedaba alguna terraza abierta y le propuse tomar la segunda.
Tina declinó amablemente la invitación. Había que trabajar al día siguiente.
La llevé de vuelta hasta su coche y al despedirnos me dio un beso…… en la mejilla. Me quede con ganas de más.


Desde la separación, no había mantenido ninguna relación seria con otras mujeres. Quería olvidar lo ocurrido, al menos, los aspectos negativos y no estaba con la predisposición necesaria para emprender una nueva aventura.


Siempre que podía, me iba un rato por las mañanas a darme un baño y tomar el sol. Necesitaba sentir la fuerza de los rayos en mi piel. Me gustaba.
Cuidaba mi imagen, y el color tostado que adquiría por el sol, era lo propio en un sitio de playa, máxime cuando trabajaba en un negocio de cara al público.


Deje mi toalla en la arena, y me fui a nadar hasta las rocas de un islote próximo, como cada día. Me gustaba bucear rodeado de multitud de peces de vivos colores que huían ante la presencia extraña. De vez en cuando, se acercaba la Zodiak de la Cruz Roja para advertir de la necesidad de señalizar la posición mediante una boya cuando se bucea, pero al ver que era yo, daban la vuelta después de habernos saludado y advertirme que tuviese cuidado. Regresé a la orilla y me tumbé en la arena. Conecté el Concierto para cuerdas de Telemann en el I Touch y me dispuse a disfrutar de la música.

- ¿Tiene fuego? Por favor


Abrí los ojos intentando no deslumbrarme por el sol y me encontré a treinta centímetros de mis narices dos hermosos pechos, que me hicieron pensar que estaba soñando. Los pechos iban acompañados de una preciosa y joven mujer que con un cigarrillo en la mano me miraba esperando una respuesta

- Perdón, le he molestado
- No, no en absoluto. Un momento

Después de varios intentos en que la brisa no dejaba que el encendedor cumpliese su cometido, ella se acercaba, ponía sus manos para proteger la llama y ante mi evidente torpeza por la proximidad de tan apetecibles protuberancias, decidí darle el artilugio para que lo encendiese ella sola.

- Gracias
- No hay de que

Se tumbó a un par de metros de donde yo estaba y la observé con cierto disimulo.

Tendría unos treinta años y un cuerpo de infarto. Unas gafas de sol me impedían ver sus ojos. De facciones bellas. Perfecta para una noche de locura, pensé.

Cogi la toalla y regresé hacia mi casa. 


Vivía en una antigua casa de pescadores, en el Paseo Marítimo, de dos plantas y que compré a los diez años de casarme. La fuimos reformando poco a poco y ahora era mi refugio, además de mi casa. Sentía por ella y el entorno un cariño especial. Sobre todo en invierno, cuando el bullicio de los turistas se trasladaba a las ciudades. Admirar la belleza del mar en los días grises y fríos paseando en solitario por la playa era una de mis debilidades.



Cuando la vi entrar sonreí y mis azules ojos empezaron a chispear.

Normalmente me encargaba de atender a los clientes desde su llegada, les tomaba nota de la comanda e intercambiaba algunas palabras con ellos. Muchos eran habituales y algunos casi amigos.

Iba sola. Llevaba media melena, de un tono castaño con mechas rubias. Todavía húmeda de la ducha Un vestido suelto, ibicenco, y unas sandalias completaban su informal indumentaria. Tenía unos preciosos ojos verdes, que ahora no ocultaban sus gafas.

- Hola, buenos días. ¿Viene sola?
- ¡Hola, que casualidad!. Si, vengo sola.

La acomodé en una mesa tranquila y le entregue la carta para que pudiese elegir.

Tres meses más tarde nos casamos. Fue una locura por mi parte, pero me enamoré como un adolescente y ella también aparentemente.

- El amor no tiene edad – me repetía a menudo

La diferencia de años era mucha, pero yo estaba ciego. A mis cuarenta y nueve años creí haber encontrado de nuevo la felicidad perdida y con una preciosidad de mujer que me quería. Ella tenía treinta y dos.
Al poco tiempo de casarnos, comenzaron los problemas. Sus gustos y los míos tenían poco que ver. Mientras yo adoraba la tranquilidad, ella quería salir. Las épocas estivales eran las de mayor trabajo y pasaba muy pocas horas en casa. Ella decía que se aburría mucho, que necesitaba actividad, pero nunca manifestó el menor interés en acercarse al negocio que nos daba de comer. Ni yo se lo propuse. Era una princesa. ¿Cómo iba a decirle eso?
Estaba completamente ciego. Yo trabajaba y trabajaba, para que ella tuviese todos sus caprichos y no veía nada más.


Una noche, al terminar de preparar las mesas para el día siguiente, vi que Tina se hacia la remolona y fue dejando que sus compañeros se marchasen.
Habíamos mantenido una buena relación desde el día de la playa, pero estrictamente profesional, a pesar de ello, notaba que me tenia cariño.
Intuí que quería decirme algo, así que cuando nos quedamos solos, le pregunté si le apetecía tomar algo y charlar un rato.
Le preparé un gin tonic y le pregunté directamente

- ¿Quieres decirme algo?

Se quedo callada unos instantes y después me espetó de golpe

- Tu mujer te engaña
- ¿Perdón?
- Que tu mujer te engaña
- Pero ¿que estas diciendo?
- La he visto
- Explícate. Estas haciendo una acusación muy grave. ¿En que te basas?

Yo intenté mantener la calma, pero empezaba a ponerme nervioso

- En dos ocasiones la he visto con el mismo hombre, entrando a un hotel en mi pueblo

Tina vivía a diez kilómetros de Santa María del Mar

- Pero ha podido ser una coincidencia
- No lo creo, tal y como los vi. Además, el recepcionista del hotel es amigo mío. La segunda vez, me acerqué con la excusa de saludarle y le dije que me había parecido ver a una amiga que acababa de entrar. Me sonrió con complicidad y me dijo que eran una parejita que iba a pasar un rato agradable. Eran clientes habituales. Además, si no estuviese segura no te lo diría.


Me quede callado, sin saber que decir, y empecé a comprender. Había estado completamente ciego. Mientra yo me preocupaba de mantener el negocio a flote, la señora se había buscado un entretenimiento.
Una solitaria lágrima empezó a caer por mi cara. Tina se acerco a mi y la secó con su mano, yo me deje hacer, estaba ausente.
Me tomó la cara con delicadeza para que la mirase y acercó sus labios a los míos. 

El beso fue el detonante. La rabia que me entró en un momento se canalizó en forma de impulso sexual.
La abracé con fuerza para devolverle el beso y empecé a acariciarla por encima de la ropa. Ella no hizo nada por rechazar las caricias, muy al contrario, estaba colaborando. Le quite la blusa, dejando a la vista dos hermosos senos cubiertos parcialmente por una delicada pieza de lencería. Mis manos se movieron con rapidez y sin quitarle el sujetador, dejaron sus pechos al descubierto. Subí su falda hasta la cintura y baje un poco sus bragas. Le hice darse la vuelta y se apoyo contra una mesa.
Mi miembro ya estaba completamente erecto. Me baje los pantalones y apoyando mis manos en sus caderas entré en ella. Se resintió un poco al principio, pero pronto sus gemidos indicaron que estaba disfrutando. En pocos minutos tuvo un orgasmo y el suyo, provocó el mío.
Después solo se oía la respiración alterada de los dos, intentando recuperar la normalidad.
Salí de ella y comencé a vestirme en silencio. Ella hizo lo mismo.

- Lo siento. No se que me ha pasado - dije
- No hay nada que sentir. No hubiese ocurrido si yo no hubiese querido

Tina se despidió, como si minutos antes, no hubiese estado entre mis brazos. Mientras, yo fui caminando hasta mi casa y pensando en lo que iba a hacer.

Decidí que los pillaría infraganti y empecé a pensar en la encerrona


Continuara


domingo, 14 de febrero de 2010

RESTAURANTE DE PLAYA



         
         Apenas he dormido. Cuando el cansancio me venció, faltaba una hora para levantarme.
         Estuve toda la noche repasando mentalmente lo que vi. No quiero equivocarme, pero los indicios eran claros. Cuando tienes unos hábitos, unas rutinas  y un día los rompes, nadie lo espera. Ni tu propia mujer.

         A mis cincuenta y dos años, y después de tres de casado, creía que la vida me daría ya pocas sorpresas. Tenia un negocio que había funcionado razonablemente bien durante muchos años. Me costo mucho esfuerzo y sacrificio conseguir que mi restaurante adquiriese un nombre. Estuve casado durante quince años, pero el trabajo de hostelería se adapta mal a la convivencia familiar. Horarios difíciles, poco tiempo para estar en pareja y al final, la que fue mi esposa, encontró consuelo para su aburrida vida en la tez morena y atractiva de un musculado pipiolo  que disponía de mas tiempo que yo para dedicarle sus atenciones.
         Me separe a los cuarenta y pensé que ya había tenido suficiente con la experiencia. Por suerte no hubo hijos que sufriesen el trance. Ella no quiso. Después entendí porque.
         Llevaba trabajando como Maître para un hotel diez años, cuando me hablaron de la posibilidad de adquirir un pequeño restaurante situado a pie de playa y que sus propietarios traspasaban.   
         Era perfecto aunque necesitaba reformas. La cocina habría que cambiarla entera. La sala no era muy grande y estaba decorada con motivos marineros, pero con un cierto gusto. Tenia una terraza donde cabían diez mesas y se podían disfrutar de las vistas del mar a la vez que se comía. Acusaba el paso de los años, pero no había nada que no pudieses solucionar una pequeña reforma.
         Yo tenia una idea bastante clara de cómo quería que fuese mi restaurante. No iba a caer en la tentación de las nuevas corrientes en las  que cocineros que mas bien parecían alquimistas, te hacían creer que las excelencias de la nueva cocina estaban en comer humo, beber sólidos  y acabar con mas hambre que antes de sentarte a la mesa, pero con la cartera mucho mas ligera. Buscaba una cocina sencilla, tradicional pero no arcaica, con innovaciones, pero sin juegos malabares, y basada en las mejores materias primas que pudieses conseguir. Parecía sencillo. Pero sabia que era un reto muy complicado.
         Llegue a un acuerdo con los, hasta entonces, propietarios me empeñe hasta las cejas y comenzaron las reformas.
         El pueblo, Santa María del Mar, era pequeño. Utilizado como zona de recreo para gente acaudalada que fue construyendo vistosos chalets, entrando en una extraña competición arquitectónica en la que  el paisaje urbano quedo compuesto dividiendo al pueblo en dos mitades totalmente diferenciadas y tomando como referencia el paseo marítimo. A un lado de la plaza que te llevaba al puerto, se encontraban todas las faraónicas construcciones de la gente adinerada y al otro los edificios mas clásicos, ocupados por lugareños o por foráneos que  deseaban tener un espacio en la playa para sus vacaciones.

Durante tres meses el local permaneció cerrado. Me dedicaba en cuerpo y alma a la preparación. Ya estaba separado y era una forma de no pensar. Trabajaba catorce horas cada día y cuando llegaba a casa estaba tan cansado que solo tenia fuerzas para  darme una ducha y caer rendido en la cama.
Contrate al personal. La cocina era la pieza clave y recurrí a un segundo chef al que ya había echado el ojo en el hotel. Era un hombre joven, que disfrutaba de su trabajo y que no tenia posibilidades de llegar a primer chef mientras no se jubilase su actual jefe. Como la mayoría de los jóvenes, tenia prisa, no quiso esperar tanto tiempo y se arriesgó en mi aventura. Los camareros los fui seleccionando personalmente y el equipo de cocina se lo deje a Germán, ya que iba  a ser su equipo. Obviamente supervisé su selección. 
Instruí al equipo intentando que comprendiesen que eso no iba a ser simplemente un trabajo. Si lo veían a si era mejor que abandonasen ya.  Debían de ser capaces de poner amor en lo que hacían y que ese cariño lo notasen los clientes. Debían de cuidar su imagen mientras estuviesen trabajando. Cosas tan elementales como evitar que un camarero este sirviendo un plato y, a la vez, el sudor transpire por su camisa o su cara, se tenían que evitar. Disponían de equipos de ropa suficientes como para cambiarse mas de una vez si eso ocurría.  Yo mismo me cambiaba no menos de dos veces por turno de comidas. Detalles de ese tipo diferencian un buen de un mal restaurante. Les advertí que seria inflexible en esos aspectos.

Se había creado cierta expectación ante la reapertura del antiguo restaurante. Preparé una inauguración en la que había invitado a las autoridades del pueblo, algunos amigos y gente de medios de comunicación especializados a los que conocía de mi etapa en el hotel. Sabia que me jugaba mucho en esa primera cena.
El menú lo acordamos entre German y yo y consistió en pequeñas porciones de degustación de distintos platos

         Todo Salio razonablemente bien, a pesar de los nervios. El ritmo en la cocina fue bueno y German  supero con creces la prueba, claro que esa era mi opinión. Haría falta conocer la de los invitados. Muchos eran de confianza y sabia que me darían una valoración real de lo que habían visto y probado.

         Cinco años mas tarde……..


         Había sido una buena noche. Los fines de semana el restaurante se llenaba, teniendo que hacer filigranas para mantener la calidad del servicio y que los clientes quedasen satisfechos.  Al finalizar el turno de cenas, tenia por costumbre tomar una copa tranquilamente mientras recogían las mesas y las dejaban dispuestas para el día siguiente. Después de tomarme la copa, indefectiblemente, me daba un baño. A pesar de la prohibición, cogía una toalla y recorría los cincuenta metros que me separaban del agua. 
El mar me esperaba cada noche, era como un ritual. A veces tenia que buscar alguna zona en la que  mi presencia no interrumpiese el juego del amor a que se entregaban algunas parejas en la orilla. Sexo de verano. Pasiones desatadas sin visos de continuidad, bañadas por un mar calido y una luna Voyeur.

Otra figura, solitaria como yo, salía del agua  como si de una diosa se tratase. Me pareció reconocerla. Tenia su ropa a pocos metros de mi y la confirmación vino cuando me saludó.

-         Buenas noches Javier

Reconocí su voz. Nunca había visto su cuerpo con tan poca ropa y me impresionó favorablemente.
Tina era una de mis mejores camareras. La contrate dos años antes y fue un fichaje muy bueno. Profesionalmente era excelente. Su belleza salvaje, simpatia y gracejo natural conquistaba a los clientes masculinos y ponia en guardia a sus acompañantes femeninas.
En alguna ocasión me encontré con sus furtivas miradas que parecían querer decir algo, pero jamás vi nada que no fuese lo estrictamente profesional.

-         Te invito a tomar algo. ¿Te apetece?

Se lo propuse sin pensar. Supongo que influyo bastante la imagen que había quedado en mi retina  de su salida del agua.
Aceptó, nos secamos y emprendimos el regreso hacia el restaurante

Continuara……….

H. Chinaski

miércoles, 10 de febrero de 2010

MALA SUERTE ( Final)



El juez decreto prisión preventiva, y mi abogado me dijo que todo dependería de lo que dictaminase el laboratorio forense, que era quien realizaría las pruebas para determinar las causas de la intoxicación y de las muertes de los niños.

Daniel Prisco, propietario de una empresa de alimentos precocinados, ha sido detenido como presunto responsable de la hospitalización por intoxicación de diecisiete menores, cuyas edades oscilan entre los cinco y los once años, de los cuales dos han fallecido.
Al parecer, algún alimento en mal estado ha podido ser la causa del luctuoso suceso.

Estas palabras se leyeron y escucharon en los medios de comunicación, tras mi detención.

Mi estancia en la cárcel fue menos dura de lo que pensé. Madrugaba menos que en la vida real, y si te atenías a las normas no habría problemas. Los presos, por el momento me dejaban en paz. Mi compañero de celda era un hombre respetado por la comunidad. Cumplía quince años de condena por asesinato y le quedaban siete, aunque esperaba salir mucho antes. A mi me consideraba un preso VIP y preferí llevarme bien con el garantizándome su “protección”, a pesar de que no tenia ningún interés en hacerme amigo de un sujeto semejante.
Días más tarde se celebró una vista en la que el juez fijo una fianza millonaria, aunque el fiscal no estaba de acuerdo. Pagué la fianza y salí de nuevo a la calle, no sin antes, prometerle a mi compañero de celda que cuando saliese, me ocuparía de encontrarle un trabajo.

Cuando llegué a casa, me desmoroné. La tensión diaria que se vivía en la cárcel me había mantenido con una falsa apariencia de tranquilidad. Deje la bolsa con la ropa en la entrada y tuve el tiempo justo para apoyarme en la pared. Mi respiración estaba totalmente descontrolada y vi que me iba a dar un ataque de ansiedad. Me puse un whiskey que apuré de un trago y otro a continuación. Me tumbé en el sofá, intenté tranquilizarme un poco y empecé a pensar en mi situación.
Aunque todas las pruebas apuntaban hacia mi culpabilidad, tenía que haber un error. Al parecer, en una primera valoración, se habían encontrado restos de un producto químico en la comida que se identificaba, a nivel común, como matarratas. En la planta de producción, había ese tipo de productos, como exigía la legalidad vigente, pero estaban muy controlados. Tanto que, una empresa especializada externa se encargaba de su verificación y manipulación.

Con esas premisas, solo podía tratarse de un accidente o de un sabotaje.

Los medios de comunicación, se habían hecho eco de la noticia. La industria permaneció cerrada el tiempo necesario para que la policía inspeccionase la planta, se llevasen muestras de diferentes productos, e interrogasen a varios trabajadores. No hubo forma de evitar que las ventas, cayesen en picado, cuando se volvió a abrir.
Era como si a un moribundo le hubiese pasado por encima una apisonadora.

Quise visitar a los niños hospitalizados y a los padres de los fallecidos, pero mi abogado no me dejó. Además de que podía salir malparado, se hubiese podido interpretar como un intento de lavar mi conciencia y eso no interesaba para mi defensa.

Los días pasaban con lentitud.
Ante la imposibilidad de recuperar un ritmo normal de trabajo en la empresa, y a pesar del convencimiento de todos, de que no éramos los culpables de lo ocurrido, llegué a un acuerdo con los trabajadores para dejar unos servicios mínimos y dar vacaciones al resto del personal. No podríamos aguantar mucho tiempo así, pero era la solución menos mala que se podía adoptar

Llamaba todos los días a mi abogado y la respuesta era siempre la misma

– No hay novedades

Yo estaba cada vez mas desesperado. El apoyo inicial de mi gente, era cada vez más minoritario. Los bancos me acuciaban y amenazaban con embargar los bienes. Las ventas no se recuperaban. Y la justicia seguía con esa exasperante lentitud que acaba con la paciencia de todos los que esperábamos una pronta resolución, y sobre todo con la mía.

Esa tarde me encontraba en casa, cuando sonó la melodía del teléfono. Era mi abogado

- Daniel, tengo malas noticias
- ¿Qué ocurre?
- Bueno, ya sabes que tengo un amigo en el laboratorio forense, pues bien, le dije que cuando estuviesen los resultados de las pruebas me llamase, y lo ha hecho, me debe algún favor, así que…
- ¡Por Dios, suéltalo ya!
- Vale, perdona. El veneno encontrado en la comida es el mismo que el que se encontró en tu empresa. Mañana entregaran al juez los resultados y con toda seguridad, ordenara de nuevo tu detención.

No fui capaz de articular palabra

- No te preocupes, no pueden demostrar que haya sido intencionado….

Colgué el teléfono sin querer oír nada más
No podía ser real. Era una pesadilla de la que me despertaría en cualquier momento y todo quedaría en eso, en un mal sueño.

Pero a los pocos minutos fui consciente de que no era una pesadilla.
La realidad, supera muchas veces la peor de las ficciones
Veía lo que iba a ocurrir, me detendrían de nuevo, y esta vez no me dejarían salir. Los medios se cebarían conmigo. Veía mi foto publicada en la prensa escrita y las imágenes de la detención emitidas por televisión.
No estaba dispuesto a pasar por la cárcel otra vez. Sabia que no era culpable, había sido muy escrupuloso con las medidas higiénico sanitarias en la empresa, siempre, para evitar cualquier accidente fortuito. Invertí mucho dinero en sistemas de control.
Y todo eso no había servido de nada.
Sin pensarlo, cogi las llaves del coche y el abrigo. Fui al garaje, arranque el motor y puse rumbo a ninguna parte.

Elegí una carretera que conocía bien, había pasado por ella decenas de veces. Había que llegar hasta un monasterio, El Monasterio de Piedra, y desde allí, donde parecía que se terminaba cualquier vía de comunicación, partía una carretera estrecha, mal conservada y muy peligrosa, que te llevaba hasta Molina de Aragón. Sonreí cuando pensé en el itinerario. Siempre me hizo gracia el nombre de la ciudad, pertenece a la provincia de Guadalajara.
Desde que entré en la autovia hacia Madrid, no miré el cuentakilómetros. A pesar de su enorme potencia, el coche era muy seguro y yo conducía bien. Al tomar la carretera comarcal tuve que reducir la velocidad.
Era tarde, apenas pasaban vehículos. Podías recorrer muchos kilómetros sin encontrarte con nadie. Las curvas, se tomaban casi solas, y cruzaba el coche en muchas de ellas. Pero mi pensamiento estaba en otro sitio.
Tenia que atravesar una zona boscosa y poco antes de llegar a ella había una recta considerable.
Cuando enfilé la recta tuve claro lo que iba a hacer.
Terminaba en una curva de noventa grados, sin visibilidad, un muro de roca a un lado y un precipicio al otro.
Pise el acelerador a fondo y el coche dio un salto como para demostrar de lo que era capaz.
Al final de la recta el cuentakilómetros marcaba 230 Km./h.
Cerré los ojos y no levanté el pie del acelerador.
Los primeros metros fueron un vuelo limpio. Durante unos segundos supe lo que sienten los pájaros al volar.
Después vinieron los golpes contra las rocas y las vueltas de campana hasta que caí sobre los árboles. A pesar del cinturón de seguridad, fui dando tumbos de lado a lado hasta que el coche se detuvo.


No comprendía por que no me había matado después de un impacto tan grande.
Intenté mover un brazo otra vez y lo conseguí. Sabia que me quedaba muy poco tiempo de vida y quise hacer una ultima cosa antes de morir.
Soportando un dolor terrible en el brazo derecho, alcancé el teléfono móvil que llevaba en el bolsillo. Todavía conservaba grabado el número de la última mujer a la que quise y que quería todavía. Pulse el digito grabado en la memoria y a través del altavoz se oyeron dos tonos de llamada hasta que una voz femenina contestó.

- Digame……….Digame……..¿quien es?

Daniel utilizo su último halito de vida y con un hilo de voz solo pudo decir

- Te quiero

Después…… silencio.

El goteo continuaba incesante .
Una ligera brisa acariciaba los árboles, provocando un ligero vaivén en sus ramas
La luna, ajena a lo ocurrido, iluminaba tenuemente el bosque


La melodía del teléfono altero la paz. Sonó durante unos segundos y al no responder nadie se activó el buzón de voz.

- ¡Daniel, Daniel, soy Luis, tu abogado. Hay excelentes noticias. La policía ha detenido a uno de los cocineros del comedor de los niños, como autor material del envenenamiento y se ha declarado culpable. Al parecer tenía problemas laborales con la empresa de catering que lo contrató y quiso hundir su imagen, pero se le fue la mano con el veneno.
Bueno, supongo que estas ocupado. Llámame cuando escuches el mensaje!


H. Chinaski
Imagenes tomadas de Devianarts y Google

sábado, 6 de febrero de 2010

MALA SUERTE




Recobré el conocimiento, y sentí un dolor insoportable en la cabeza. Notaba mi cara algo acartonada y a la vez un sabor salado en la boca, que reconocí inmediatamente. La sangre tenia un sabor inconfundible.
Intenté mover los brazos pero me fue imposible, los tenia aprisionados entre mi cuerpo y el amasijo de hierros que fue el coche.
Por un momento recordé los instantes anteriores  al siniestro. Había dado varias vueltas de campana en la caída por el precipicio. Recordaba la empinada ladera y un pequeño bosque en el fondo. Caí sobre las copas de los pinos, amortiguando algo el que hubiera sido fatal golpe contra el suelo.
Volví a escuchar en mi cabeza el crujido de la chapa del Porsche al retorcerse en sus golpes contra las rocas.
La sangre dejo de manar de la herida y eso me permitió  aclarar la visión.  Era noche cerrada, debía llevar unas horas inconsciente. No había ningún ruido salvo un goteo  y la única luz era el reflejo de la luna que iluminaba tenuemente el entorno. El coche parecía haber caído de morro ya que  había invadido el habitáculo y me atrapo las piernas. Me asustó no sentir ningún dolor en ellas……...


La cena tenia lugar en Barcelona, en el Hotel Princesa Sofía. Un grupo reducido de políticos regionales y empresarios íbamos a celebrar  la  participación en un evento nacional que se suponía, iba a mejorar el prestigio de la Comunidad Autónoma. El éxito del evento estaba por ver, pero, para un político cualquier celebración que acarree a los medios de comunicación es bien recibida.
Me alojé en el Juan Carlos 1º. No encontré habitación en el mismo hotel de la celebración y elegí ese por proximidad. Ambos están en la Avenida Diagonal, a un Km. de distancia aproximadamente. Llegue a las seis de la tarde y la cena era a las diez de la noche.  Un botones con librea me recogió el coche en la puerta y otro se apresto a sacar la maleta.  Me instalé en la habitación y todavía tuve tiempo para hacer algunas llamadas a la empresa. Las cosas no iban bien, la crisis nos había golpeado duro y en un momento difícil, ya que habíamos hecho inversiones recientemente.
Después de una ducha para despejarme, me vestí para la ocasión y baje por el ascensor panorámico que te llevaba al  descomunal hall. Había una temperatura muy agradable y opte por ir caminando hasta el Princesa Sofía.  
Veinte minutos más tarde entraba por la puerta del hotel. Ya se veía el revuelo propio de los medios de comunicación. Cámaras, micrófonos, fotógrafos y periodistas de a pie que buscaban alguna cara conocida para acercarse a obtener alguna noticia del evento.
Dos horas y media mas tarde, cuando las copas que acompañaban a los cafés empezaban a tener repetición, decidí que había cumplido sobradamente con el expediente, e intenté excusarme para marcharme. Se empezaba a organizar una tournée por la noche barcelonesa. Tournée a la que no estaba dispuesto a asistir. Siempre me desagradó la facilidad con que gente muy circunspecta,  cambia de repente, cual Dr. Jekyll en Mr. Hyde, en el momento en que se toman dos whiskeys, y no estaba dispuesto a aguantar las mentiras y tonterías que suele generar el exceso de alcohol en quien no sabe beber.
Cuando llevaba diez minutos caminando, de regreso a mi hotel, me di cuenta de que no había sido buena idea volver por ese medio. Había tenido que rechazar no menos de diez invitaciones a pasar la mejor noche de sexo de mi vida, de las amables señoritas que tomaban la fresca en  Vía Diagonal. Tampoco me apetecía encerrarme tan pronto, así que opté por tomar un taxi y pedirle que me llevase al Puerto Olímpico, a la zona de bares.
Era miércoles, pero también era Barcelona. Ingenuamente había pensado que encontraría ambiente suficiente como para pasar un rato agradable.  Visité tres bares en los que no había ni un alma, y lo mas parecido a diversión fue una  joven con aspecto eslavo, unas piernas de infarto y una minifalda que lo hubiese podido evitar si en lugar de mini hubiera sido falda a secas, bailando encima de la barra del  bar. Mientras, un cincuentón que había quedado prendado de tan inalcanzable belleza ponía regularmente billetes de diez euros en el escote de la joven. Movimiento que le obligaba a  flexionar sus rodillas y acercar sus prominentes y operadas tetas a la cara del próximamente infartado pardillo.  Al ver el espectáculo,  me pedí un Talisker  en vaso bajo con un cubito de hielo y me senté en una mesa próxima a  disfrutarlo.
Media hora y tres whiskeys mas tarde, aquello no tenía solución. La joven fintaba y toreaba al pardillo mejor que Manolete, y este, que no cesaba de intentar amortizar su inversión,  alargaba su mano intentando llevarla hasta el ombligo de la chica en cada billete que metía en la hucha.
Intuyendo que aquello no iba a tener final feliz, sobre todo por que el pardillo se ponía cada vez mas pesado, y al final de la barra se había posicionado un producto de cientos de horas de gimnasio, con aspecto humano, decidí marcharme.
Tome otro taxi para volver al hotel y dormí como un bendito  gracias al sedante efecto de mi compañero de juerga.




A la mañana siguiente me desperté con pocas ganas de hacer nada, pero tenia que regresar.
Ya en la autopista, los 500 CV del Porsche me incitaban a saltarme los limites de velocidad, y me dejé querer. Las sensaciones que transmitía conducir ese coche a  alta velocidad eran de las pocas cosas gratificantes que me ocurrían últimamente.
Mientras conducía a 250 Km.  por hora pensaba en los últimos años de mi vida
El divorcio, un año atrás y ahora la situación de la empresa estaba minando mi, hasta entonces, inquebrantable espíritu de lucha y la sombra de la depresión empezaba a dejarse ver. Había tenido éxito en la vida, siempre superé las dificultades, supe como afrontarlas y con astucia e inteligencia salí adelante.
Pero esta vez era diferente, algo me impedía poner la misma pasión que había puesto siempre para todo. A mis cuarenta y tres años, y siendo un triunfador de cara a la galería, por dentro me sentía cansado, sin motivación, sin algo por lo que seguir luchando.
Para los negocios siempre había sido bueno, pero me habían perdido las mujeres. Recordaba haberme casado  joven y enamorado, pero a los pocos años, la convivencia se empezó a estropear y  recurrí a buscar fuera de casa lo que no tenía en ella. Primero fueron líos puntuales,  después fui a mas, y al final me enamoré de otra mujer. Un despiste tonto le hizo sospechar a mi esposa y  lo descubrió todo. A  continuación me pidió el divorcio.
Lo que hubiese sido una situación perfecta para poder seguir con la mujer que amaba entonces, fue el principio del fin.  Mi carácter cambió y  a los pocos meses me dejó la que había sido causa del divorcio. Y yo sigo sin saber por que.

Un mes mas tarde rememoraba los hechos que me terminaron de hundir

Fui directamente a la empresa, sin haber pasado antes por mi casa. Al llegar me sorprendió ver un coche de la policía en la puerta. Para entrar me pidieron que me identificase y cuando accedí a las oficinas, dos policías de paisano  se identificaron y  me anunciaron que estaba detenido
Dos niños de un comedor escolar habían fallecido por una intoxicación alimentaria. Había quince niños mas hospitalizados desde la noche anterior. Al parecer la causa era un plato del menú suministrado por mi empresa. Dada la gravedad de los hechos, un juez había decretado la detención inmediata del máximo responsable de la empresa y ese era yo……

Continuara


H. Chinaski 

Fotomontajes de George Grie