jueves, 28 de enero de 2010

MERCENARIO




Camino descalzo  sobre cristales rotos.
Busco en mis heridas motivos para no parar.
Corte sobre corte.
Sangre sobre sangre.
Camino por la vida pensando en desertar
Ni eso me esta permitido.
Soy muñeco, soy juguete,  esclavo  de mi soledad.
Camino, camino, camino y encuentro piedras al andar.
Piedras que forman rocas, rocas que forman montañas.
Montañas que  ríen, de mi inútil caminar.
Camino descalzo sobre cristales rotos
Pies gastados, cansados, sucios,
Llevan mucho recorrido.
Andando en círculos
En una espiral
Asfalto, tierra, más piedras.
Camino descalzo  sobre cristales rotos, 
Lucho a mi pesar,
No tengo bandera.
Soy  mercenario
Que se prostituye en un lupanar





Fotografia tomada de flickr 

viernes, 22 de enero de 2010

POSESION ( Y III )



Cuando conseguí que María se tranquilizase un poco, después de limpiar los restos de sangre de su cara y sus manos, intenté entender lo que había podido ocurrir.

Le di una bata y la acompañe al estudio. Yo fui a ponerme algo encima y mientras, estuve pensando.

¿Quién podía destrozar a un pobre gato de esa forma y ensañarse en frotar con su cuerpo las paredes del baño? ¿Quién podía estar tan loco?

Solo podía haber sido una persona y se lo dije. Mi exmujer era la única que podía haber entrado en la casa. No había signos de que la cerradura estuviese forzada. Todo estaba en orden excepto el baño. Y solo ella tenia llaves de la que fue su vivienda. Cuando se marcho no se las quise pedir. Al fin y al cabo, era ella la que se iba. Tampoco quise cambiar la cerradura. Quizás mi subconsciente me traicionó, pensando que podía arrepentirse y volver. Después, con el paso de los años, olvidé  completamente el hecho.

Después de una hora y cuando parecía estar mas tranquila, dijo que se iba a marchar a su casa.

Nos despedimos hasta el día siguiente con un beso en la mejilla. No creo que esa noche pudiese pegar ojo.

Cuando se marchó me puse a limpiar todo el destrozo.

Descolgué a Némesis de la lámpara y la metí en una bolsa de basura. Sentí pena por el animal. Para ser una gata, era dócil y cariñosa. Me hacia mucha compañía y sabia que la echaría en falta.

Fregué todo el baño hasta que desapareció cualquier rastro de sangre, y al terminar, cansado, me fui al estudio. Mientras seguía dando vueltas a la causa que podía haber inducido a Nieves a hacer una cosa así. La relación desde la separación había sido fría, pero normal, aunque no nos habíamos  vuelto a ver en persona.

El cansancio me venció. La herida de la mano había vuelto a sangrar del esfuerzo de fregar y me dolía. Decidí tomarme un analgésico fuerte y me acosté.


Al día siguiente nos encontramos en la tienda. María, como siempre, ya había abierto y estaba  tomando un café. Después de un cortés Buenos días ¿Cómo estas?,  me metí en la trastienda. La situación era un poco violenta. , tras  los episodios del gato y de sexo entre nosotros, no sabia muy bien como tratarla. Salí y  opte por estar normal, como si los acontecimientos de la noche pasada no hubiesen tenido lugar. Ella actuaba como yo, así que el día transcurrió como otro cualquiera.

Poco antes de la hora de cerrar, le hable como había estado deseando hacerlo todo el tiempo, pero no me había atrevido. Le dije que lamentaba como había terminado la noche. Que lo que ocurrió entre nosotros, a pesar de que fue de forma casual, me había gustado, y que no quería agobiarla, pero que me gustaría que aceptase mi  invitación para cenar esa noche.

Ella me había estado mirando desde que empecé a hablar, sin decir nada y cuando le propuse la cena,  sonrió y me dijo


-          Acepto


Fuimos a un restaurante francés, próximo a la librería, que tenia una exquisita cocina. Pedimos unos entrantes ligeros para compartir y yo  pedí un Filet Mignon a la pimienta de segundo. María no quiso tomar nada más.

Todo fue perfecto hasta que llegamos a mi segundo plato, en que mi mano izquierda se negó a obedecer la orden inconsciente de coger el tenedor, para poder cortar la carne. Intenté disimular como pude y opte por decir que no tenía más hambre. María pensó que la herida no me permitía cortarla y se ofreció a hacerlo, pero me negué. Quería salir de allí cuanto antes.





Fuimos a mi casa en su pequeño utilitario y esta vez no hubo sorpresas durante el trayecto.

Me puse a preparar el café y María me pregunto si podía ver la casa. Le sorprendió mi colección de libros de ocultismo y me iba haciendo preguntas desde el estudio mientras yo ponía las tazas en la bandeja.  Cuando  llegué  tenía entre sus manos El  Necronomicon.


Me asuste al verla. Aunque ella no podía apreciarlo, estaba mirando el  libro con interés. Se quedaba extasiada con las láminas dibujadas y los extraños caracteres que formaban  un texto incomprensible para ella. Lo que ella no podía ver era que las tapas, hechas con piel humana, según la leyenda, y labradas representando la cara de Lucifer, tenían un tono marrón  hasta entonces. En esos momentos, habían adquirido un color rojo muy parecido al de la sangre.

Con la excusa de que sirviese el café, le quité el libro de las manos, teniendo cuidado de no cerrarlo delante de ella. Cuando fui a depositarlo en su lugar en la estantería, había recobrado su color habitual, pero me dejo una sensación extraña al cogerlo. Era como si tuviese vida.


Hicimos el amor sin esperar demasiado. Los dos teníamos ganas. Los dos queríamos Estaban naciendo sentimientos que hacia años que no recordaba. Esa vez fue dulce como la miel y yo intente estar a su altura.

No quiso quedarse a dormir y a pesar de que era ya madrugada se marcho a su casa. En el fondo se lo agradecí. Quería estar solo. Me había inquietado el efecto del libro.

Cuando se marchó, pensé en poner en práctica algo de lo que había aprendido con mi  nueva afición.

Encendí una vela y la puse en la mesa. Tome el Necronomicon y lo deposité también en la mesa.

Saque un tablero de Ouija que había comprado en una tienda de artículos esotéricos, y con el complete lo que necesitaba para iniciar la sesión. Apague la luz  y me senté.


El ritual de la Ouija requiere sobre todo concentración al principio. Dejar la mente en blanco, hacer una invocación al ser con el que se quiere contactar y esperar con una mano ligeramente apoyada sobre la pieza que se desplaza por el tablero señalando las letras. Nunca hay que empujar la pieza, solo acompañarla en su camino.


La habitación permanecía sumida en la penumbra. La escasa luz que proporcionaba la vela, apenas me permitía distinguir  las letras del tablero. Incluso la noche, que hasta entonces había sido iluminada por una luna plena, pareció querer participar en la escenografía y nubes oscuras taparon los pocos rayos que entraban a través de la ventana.

 Estaba inquieto. Había experimentado otras veces, pero siempre con más gente, e incluso acompañado, llegué  a sentir miedo. Pero a pesar de eso, era mayor la necesidad de saber que me ocurría al miedo que pudiese sentir.


Mi mano izquierda, tomo la iniciativa sin quererlo yo, y se situó encima de la pieza móvil. En esa ocasión no iba a invocar a nadie en concreto, por que sabía que ese alguien quería contactar conmigo.

De hecho tenía el convencimiento de que ya estaba en mí.

Me concentré y en pocos segundos, la pieza empezó a moverse. Se desplazaba sin orden ni concierto y a una velocidad sorprendente.

Me costaba seguirla con el dedo e incluso, se movía sola.

Mientras observaba el movimiento, comencé a sentir frío. Mi respiración se tornó vaporosa y la temperatura de la habitación comenzó a bajar rápidamente.

La llama de la vela oscilaba ligeramente.


Sin esperar mas, comencé a preguntar


-          ¿Quién eres?

La pieza se detuvo en el centro del tablero un instante y reanudo su movimiento, señalando letra a letra hasta ir formando palabras.


-          Soy todos y soy uno. Me llamáis de muchas formas.

-          Dime una

-          Lucifer

-          ¿Qué quieres de mi?

-          Lo que quiero ya lo tengo

-          Nada te he dado

-          Cuando me llamaste, me lo diste todo. No esta en tu mano decidir.









A la vez que iba hablando con el tablero y seguía las letras, no me daba cuenta de que las tapas del libro, que estaba a escasos centímetros de mi, habían empezado a cambiar de color. Volvían a adquirir el color rojo de la sangre, y lo que me asusto de verdad cuando lo vi, fue que la cara demoníaca representada en la portada, había empezado a moverse.

Era como si ella me estuviese respondiendo a las preguntas


-          ¿Mataste a  Némesis?

-          No hizo falta

-          No se que supones que te he dado, pero no voy a hacerlo.

-          Ya es mío y vendré a buscarlo


Mi angustia iba en aumento


-          ¿Pero que es?

-          Tu alma y tu vida


La tormenta estaba encima. En ese momento, un relámpago seguido de un ensordecedor trueno, iluminó unos instantes la habitación, y lo vi. Estaba a unos dos metros,  frente a mi y flotaba en el aire. Le rodeaba un halo gris oscuro y habría tenido forma humana a no ser por que su rostro no tenía rasgos. Solo destacaban sus ojos, de color rojo y sin pupilas. Llevaba algo similar a una tunica negra, y tenia los brazos cruzados, acariciando algo en su regazo. Lo reconocí enseguida, su mancha blanca en el lomo era inconfundible, Tenia los ojos completamente amarillos, con una fina línea negra, el pelo erizado y  bufaba sacando las uñas y enseñando los dientes mientras me miraba.

Era una pantomima siniestra de lo que fue Némesis


Fue solo un instante, pero me asusté tanto, que me levanté corriendo a encender la luz. Tropecé con la mesa  cayendo encima de ella y tirando todo al suelo. Sentía  como si el gato hubiese saltado de los brazos de su nuevo amo, para abalanzarse sobre mi cara.

Cuando llegué al interruptor y lo encendí, solo pude ver el destrozo que había hecho tras la caída.

Nada más.

La habitación estaba vacía. La vela se consumía, tirando gotas de cera sobre su soporte, y tanto el libro como el tablero, permanecían encima de la mesa.  

No había ni rastro de los visitantes que segundos antes me habían puesto al borde de un infarto.

Fui a la cocina y me puse a llorar como un niño. No recogí nada. Dejé todo tal y como estaba y me marché de casa. No quería pasar la noche allí después de lo que había ocurrido.

La lluvia caía encima de mi cuando salí a la calle, pero no la notaba

Cogi un taxi y me fui a la tienda. Después de cerrar por dentro, me tumbé en el sofá de la habitación que hacia de despacho  e intenté olvidar lo que había pasado.



A la mañana siguiente, María abrió la librería, como cada día,  y se llevó un susto de muerte cuando me encontró allí.

Tenía  un aspecto lamentable. Cara demacrada, sin afeitar, la ropa arrugada de intentar dormir en el sofá. Una pena, vamos.

Le conté la  historia de que se había disparado la alarma de la tienda varias veces y que la policía, dado que no ocurría nada y parecía ser una avería, me sugirió que la desconectase. Yo no acepté, pero me quede a dormir allí por si volvía a ocurrir.

Pareció creerme y le dije que me iba a casa a darme una ducha y a cambiarme de ropa.


Cuando llegué al  apartamento, abrí la puerta con cierto temor. Todavía estaban muy frescas las imágenes de la noche anterior. La casa estaba en silencio y todo permanecía tal cual lo dejé. Recogí un poco, me aseé y me fui otra vez a la tienda.








En los días sucesivos no podía conciliar el sueño. Las pocas veces que, presa del agotamiento, dormía unas horas, me despertaba sobresaltado. Seguía teniendo pesadillas. Veía la imagen de Némesis arrojándose a mi cara y destrozándola con sus uñas. Veía como en el intento de zafarme de el, mordía en  mis labios arrancándome un trozo de ellos, que quedaba entre sus dientes. Veía como las afiladas uñas de sus patas se clavaban en mis ojos, provocándome un dolor insoportable. Y veía como la figura envuelta en una tunica negra, miraba con esos ojos ensangrentados y sin vida las escenas que se producían. Después me despertaba y llevaba mis manos a la cara para comprobar si todo seguía en su sitio. 


Mi mano izquierda, parecía no pertenecerme. Mientras con la derecha me abotonaba la camisa, la izquierda y sin poder impedirlo, desabotonaba lo que acababa de hacer su hermana. Cuando me ponía a escribir con la pluma, mi mano izquierda se entretenía en quitarla de la otra mano para impedir que siguiese escribiendo.

Al principio pensé que me estaba volviendo loco, pero después comprendí que estaba poseído. 

La situación empeoraba y decidí repetir la sesión de Ouija a pesar de lo ocurrido  en la anterior. En esta me comunico que María también era su objetivo. Al principio no le creí, pero sabiendo con quien me la jugaba, le propuse un pacto. Si dejaba en paz a María, aceptaría entregarle mi vida y mi alma.

EL aceptó.

Y me engañó

La gota que colmó el vaso fue cuando en una ocasión en la que María estaba clasificando libros, subida en una escalera, a unos tres metros de altura, en un pasillo estrecho, al pasar a su lado, mi mano izquierda cogio la escalera y la movió con fuerza. Ella, que no esperaba esa acción, perdió el equilibrio y cayo al suelo con la mala fortuna de fracturarse  el fémur. Le dije que había tropezado con la escalera al pasar.

Ella era el único punto de cordura en mi vida de los últimos días. Había llegado a quererla  y EL quería hacerla desaparecer.


Después de llamar a una ambulancia y dejarla hospitalizada, decidí que esa noche acabaría todo


Me fui a casa, y empecé a escribir la historia que esta usted leyendo.

He comprendido que fue EL quien guiaba mi mano hacia las apetecibles piernas de las jóvenes.

He comprendido que fue EL quien guió mi mano hasta Némesis destrozando su cuerpo a golpes contra el lavabo.

He comprendido que fue EL quien me hizo utilizar el amasijo de huesos, sangre y vísceras como esponja para   conseguir tan macabra decoración en el baño y colgarlo después de la lámpara

He comprendido que fue EL quien me hizo escribir el mensaje en el espejo para decirme que ya era suyo.


No se cuanto podré mantener la mano sujeta. Detecta SU presencia y eso le da mas fuerza.

En cualquier caso ya todo esta acabado y se lo que tengo que hacer.





María se intranquilizó después de varios días sin saber nada de el. Lo llamaba por teléfono y nadie respondía. En la tienda tampoco contestaba nadie.


Los vecinos ya no estaban dispuestos a aguantarlo más. Habían visto la paulatina degradación de ese hombre, pero esto ya clamaba al cielo. El olor que salía de su piso era insoportable y llamaron a la policía. La policía llamo a los bomberos y estos echaron la puerta abajo. A pesar de estar acostumbrados a escenas cruentas se quedaron sobrecogidos con lo que vieron.

En la cocina de la casa, tirado en el suelo, estaba el cadáver en proceso de putrefacción de Alejandro Navas. En la mesa de la cocina se encontró una cuchilla de carnicero, con la que, aparentemente, se había cortado el brazo izquierdo a la altura del codo.

Había muerto desangrado.

Lo que no se pudo explicar fue que la cara aparecía destrozada como si un animal se hubiese ensañado arañando y mordiendo en la misma. Se pensó en la posibilidad de que hubiesen sido ratas, a pesar de que no se encontró ni rastro de ningún roedor.



Nota del autor.-


Obviamente es una historia de ficción, pero tanto las descripciones de la técnica de la Ouija como del experimento de la vela y el espejo, son reales y se practican. Algo que desaconsejo

El libro del Necronomicon es quizás el principal libro maldito sobre ocultismo: Se dice que fue escrito por Satán  y se encuadernó con piel humana. También se dice que su lectura produce la locura y que se pueden encontrar en el, rituales para invocar a seres malignos.

No se ha podido demostrar su existencia real.

Por ultimo, existe una rara enfermedad, poco frecuente por suerte, llamada El Síndrome de la Mano Extraña.

Suele aparecer como consecuencia de traumatismos en el cerebro, y sus efectos son que, generalmente la mano izquierda, realiza acciones sin obedecer las ordenes del cerebro.

El cine ha recogido en alguna película escenas basadas en esta enfermedad. Ej. Al diablo con el diablo o Dr. Strangelove.


 Estas han sido las bases para este relato



H. Chinaski

Fotografias tomadas de Devianarts y Photobucket

sábado, 16 de enero de 2010

POSESION ( II )









-          ¡Que cojones ha pasado!

Hablaba solo, mientras iba a paso ligero, casi corriendo, para alejarme lo más rápidamente posible del cine.
Vi un taxi libre y lo pare.

-          Buenas noches,  a La Calle Predicadores, por favor.

El taxista inicio el trayecto, zambulléndose en el tráfico de la ciudad. Me intentó dar conversación, pero mi cara le disuadió al instante
Cuando llegué a casa, mi gato Némesis, me recibió con la alegría habitual. Fui directo al pequeño cuarto que hacia de estudio y me senté en el sillón a pensar sobre lo ocurrido.
Yo no era consciente de haber tocado a esa mujer, y sin embargo, recordaba que mi mano había estado apoyada en su muslo. No entendía nada.
Miré frente a mí. Tenía una librería que ocupaba toda la pared, donde los volúmenes se apilaban fuera de su espacio natural. Ya no cabían más. Mi vista se dirigió de forma inconsciente a un viejo libro, de tapas desgastadas por el uso y que había revisado montones de veces.
Su titulo, El Necronomicon
El más preciado de mi colección sobre ocultismo. Escrito en el siglo VIII en Damasco. Repleto de mitos y rituales para evocar seres diabólicos y monstruos

Mi negocio no marchaba muy bien, pero me permitía vivir. No eran buenos tiempos para una librería. Mi afición por los libros venia de muchos años atrás. Cuando tuve la oportunidad y el dinero suficiente para empezar, busque un local y la monte.  Después del accidente, cuando empezó mi interés por lo oculto, mi propio negocio sirvió para proveerme de los primeros libros sobre el tema. A través de un agente, pude empezar a encontrar libros raros y un día me ofreció la posibilidad de comprara esta joya.
Era una edición antigua, pero no se conocía su origen. Había pasado por varias manos hasta llegar a las mías, y venia acompañado de un legado de sangre, miedo y superstición.
Lo cogi con veneración y busqué entre sus paginas. Cada vez que lo tomaba, un escalofrío recorría mi cuerpo. Solo mi mano izquierda parecía encontrar una paz, que era imposible que sintiese, a su contacto. Era la sensación del encuentro entre dos seres complementarios.  Vi  dibujos de monstruosas figuras demoníacas. Incubos, súcubos, distintas representaciones de Satán y me detuve en una en la que se veía a Lucifer tomando posesión de un ser humano. Desde las épocas más remotas se creía que los malignos se adueñaban de personas de escasa voluntad, pasando a dominarlas completamente. Me fascinaban esas leyendas, aun a sabiendas de que eran  pocos los casos de posesión aceptados. La mayoría pertenecían a la superchería popular.

Mientras observaba las láminas dibujadas, en más de una  ocasión, me pareció que los seres representados  me seguían con la mirada mientras yo pasaba la página o buscaba en otra zona de la misma. Ojos sin vida, que inspiraban miedo.


A las 7,30, el sonido del despertador me hizo abrir los ojos con un sobresalto. No recordaba haberme acostado. Mi último recuerdo era estar leyendo el Necronomicon. Pensé que me había vencido el sueño y me fui a dormir sin ser consciente de que lo hacia.  
Como cada día. Preparé un café muy  cargado para desayunar y mientras tomaba una taza pensé que tenía bastante trabajo en la tienda. Había llegado una remesa de libros de una nueva editorial y tenia que inventariarlos, etiquetarlos y colocarlos. Por suerte tenia a María para ayudarme.

María fue una ayuda inestimable después del accidente. Mantuvo la tienda como si yo hubiese estado en unas cortas vacaciones.
Cuando llegué, ella ya había abierto y estaba empezando a desembalar los nuevos libros.
Aunque yo no la había mirado nunca como a una mujer, sino como a mi empleada, no por ello dejaba de reconocer que era muy atractiva. Tanto, que algunos clientes venían regularmente a comprar algún libro solo por el hecho de admirarla y conversar un poco con ella.

Decorada en madera,  toda la librería tenía un aire antiguo, sin serlo. Altas estanterías contenían miles de volúmenes. Era la única forma de aprovechar el espacio del reducido local. Había también un aseo y una trastienda con una pequeña mesa de  despacho,  y un sofá.
Una vez ordenados  los libros, y mientras Maria limpiaba el polvo del resto, pensé en alguna forma de no aburrirme. De un tiempo a esta parte, me rondaba por la cabeza hacer una prueba de la que me habían hablado, y que sonaba un tanto a risa pero me picaba la curiosidad.





Solo precisaba de un espejo y una vela. Espejo tenia en el aseo y velas también, por si alguna vez fallaba el fluido eléctrico.
Cogi una vela y me dirigí hacia el aseo, cerrándome por dentro.
Encendí la vela  y apagué la luz del aseo
La oscuridad era casi absoluta. La escasa luz que desprendía el pabilo me obligo a estar unos instantes esperando a que mis retinas se habituasen a la nueva situación y cuando lo hicieron, sitúe la vela bajo mi rostro y frente al espejo. Al  mirar al espejo vi mi cara deformada por la acción de la luz en ese ángulo.
Me costó un poco mas darme cuenta de la figura que se empezaba a mover  tras de mi. Era como una sombra. Una figura humana pero sin rostro definido, salvo por sus ojos. Sobre la negrura de la oscuridad destacaban unos ojos, sin pupilas  e inyectados en sangre
Mi susto fue tal que, sin querer, tire la vela al suelo y se apago. Empecé a notar un sudor frío recorriendo mi espalda Muy nervioso, busqué el interruptor, pero mis torpes manos parecían no querer encontrarlo.
Cuando di con el y encendí la luz, en el aseo no había nadie mas que yo.
Me incline para recoger la vela del suelo y al incorporarme lo vi

En el espejo había un mensaje:  VENDRAS CONMIGO

Intente borrarlo pero era imposible. Estaba escrito desde el interior.
Yo estaba muy nervioso, al borde de un ataque de ansiedad y quería salir de allí, pero  no podía dejar escrito aquello, así que opté por descolgar el espejo y golpearlo contra el lavabo.
Salto hecho  añicos y me hice un corte en  mi mano derecha.
María vino corriendo al oír el ruido y me preguntó si estaba bien. Abrí la puerta y le conteste que si,  que se había roto el espejo y me había cortado. La herida era superficial pero sangraba bastante. Fue corriendo a por el botiquín y me curo. Note que lo hacia con un mimo especial, sonriéndome y hablando constantemente. Cuando estabas con ella, era difícil conseguir que dejase de hablar, pero eso formaba parte de su encantadora forma de ser  Apenas habíamos tenido nunca un contacto físico, y a pesar de lo que me acababa de ocurrir, me gustó
Con la mano vendada y sin dejar de pensar en lo que había ocurrido. María se ofreció a llevarme a casa, ya que yo no solía coger el coche para ir al trabajo.  Acepte su propuesta y después de cerrar la tienda, fuimos hacia su coche.
Era un utilitario de pequeño tamaño.  Arranco y se dirigió hacia mi casa. Ella, a pesar de que el tráfico estaba difícil, no paraba de hablar, hasta que llegamos a un semáforo donde de repente se quedo callada. Me volví hacia ella y la vi mirando hacia delante y con una expresión de querer decir algo.
Le pregunté

-          ¿Le ocurre algo María?

A la vez que le hacia la pregunta, vi el motivo de su silencio

-          ¡Joder!  Esto no me puede volver a pasar

Mi mano izquierda estaba apoyada en su pierna, pero esta vez no se había retirado. Tuve que hacer un esfuerzo de voluntad para quitarla.
Me deshice en disculpas y ella las aceptó, pero ya no siguió hablando como antes.

Llegamos a la puerta de mi casa y le ofrecí un café. Al principio declinó la invitación, pero después de insistir otra vez, aceptó.

Al entrar en casa había recuperado su tono habitual.
Me sorprendió que Némesis no hubiese salido a recibirnos, pero era muy suyo y no le gustaban las visitas. Estaría escondido
Me dispuse a preparar el café, pero mi mano vendada no me facilitaba las cosas, así que se ofreció a ayudarme. Mientras lo preparaba, vi una sonrisa en su cara que no entendía muy bien.
Estando apoyado en la encimera de la cocina para coger las tazas de un armario, ella se acercó por detrás, me cogio por la cintura y me beso en el cuello. Yo me quede paralizado de momento. Me volví y el beso pasó a mi boca.
Había interpretado el gesto de mi mano en su pierna como una invitación a algo más que un café.
Me pregunto que donde estaba la habitación. La lleve hasta allí y nada mas llegar, con un pequeño empujón me tiro sobre la cama. Se desnudó sin prisa delante de mi, mientras yo la observaba y empezaba a tener una erección. Cuando estuvo desnuda se acerco como una gata, y sin dejarme mover, empezó a desnudarme a mi.
Le costo poco hacerlo, y menos todavía seguir recorriendo mi cuerpo con sus manos y su lengua. Sin muchos preámbulos, se sentó encima de mi y empezó a cabalgar sobre mis caderas, sujetando mis brazos contra la cama. En pocos minutos, habíamos terminado, los dos. Me sentí un poco “muñeco hinchable”, pero me gustó.
María se levanto para ir al baño, mientras yo me quede en la cama recuperando la respiración, con los ojos cerrados.
Los abrí al escuchar su grito. Me incorporé de un salto y fui corriendo al baño a ver que había ocurrido.
La encontré en la puerta, sollozando.
El cuarto de baño tenía las paredes llenas de manchas de sangre. Némesis, era un amasijo sanguinolento, colgado del techo, que golpeo la cara de María al entrar en el.
En el espejo había un mensaje escrito también con su sangre.

VENDRAS CONMIGO

………………………….

 Continuara 
H. Chinaski


Fotografias tomadas de Photobucket






viernes, 8 de enero de 2010

POSESION ( I )


Si deseas escucharla, pulsa la pausa del reproductor lateral





            No se cuanto tiempo me queda.

EL esta cada vez mas cerca  del dominio absoluto y tengo que contar lo que me ha ocurrido para que no vuelva a pasar.

Habíamos llegado a un pacto, pero no lo ha respetado y yo ya no puedo hacer casi nada para impedir sus atrocidades.


Escribía en el portátil en su casa, mirando constantemente a su alrededor. Como si estuviese esperando algo o a alguien. El apartamento estaba decorado con decenas de motivos religiosos, crucifijos,  tallas, cuadros….

Lo hacia solo con la mano derecha, mientras su brazo izquierdo estaba sujeto a su cintura con un cinturón de forma que no lo podía mover. 

A pesar de su torpe forma de teclear, conseguía  escribir a buen ritmo


Empezare por el accidente. Ese fue el principio de todo




La uvimovil se desplazaba a toda velocidad,  cruzando la ciudad con todas sus luces y sirenas activadas.

La conversación entre  el conductor y el medico que estaba atendiendo al herido tenia un tono de apremio.


-          ¡Venga joder, como  no aligeres, se nos va a quedar en la camilla!

-          Voy todo lo rápido que puedo – contestó el conductor

-          Teníamos que haber llamado al helicóptero


Lo cierto es que el trafico permitía pocas alegrías, a pesar de que desde una considerable distancia se oía la llegada del vehículo.

Llegaron en pocos minutos al hospital. Habían llamado previamente para anunciar el tipo de herido que llevaban y para que tuviesen un quirófano preparado.

Al llegar siguieron el protocolo de siempre y al la vez que entraban con la camilla, el medico dio el primer diagnostico


-          Es un tráfico. Varón, unos 40 años, tiene traumatismo cráneo encefálico severo. Ha entrado en parada, pero lo he conseguido reanimar.  Ahora esta estabilizado.


El cirujano de urgencias se hizo cargo del herido y entró en un box a evaluar la situación.



La operación duro más de seis horas y milagrosamente se salvo.

Su mujer había estado sin moverse de la desvencijada sala de espera, sentada, nerviosa, llorando en silencio. Mano con mano, apretando hasta que los nudillos se ponían blancos. No tenían  hijos, y no quería avisar a nadie de la familia todavía. 

El cirujano se acercó a la sala de espera y preguntó por los familiares de  Alejandro  Navas. Ella se había levantado al ver que se dirigía a la sala  y respondió enseguida


-          Soy su mujer


El informe fue bastante escueto. Por el momento la operación había salido bien. Presentaba una fuerte contusión en la cabeza, con herida abierta que había afectado al cráneo, desprendiéndose una parte del mismo. No se apreciaban daños cerebrales, pero era pronto para asegurarlo, podría haber secuelas. El pronóstico era muy grave. Estaba con un coma inducido para evitarle sufrimientos innecesarios.


A medida que, Nieves, su mujer, escuchaba las frías palabras del medico, empezó a notar el  salado sabor de sus lagrimas. La conversación terminó con un estudiado “Lo siento”, tras el que dio media vuelta y la dejó plantada en mitad del pasillo. Muy profesional.

Una enfermera le trajo los enseres personales de su marido en una bolsa y le informó de que estaba en la UCI. No se le podía visitar, salvo en las horas establecidas.  



Pasó nuevamente a la sala de espera y se sentó para asimilar lo que le acababan de decir. No pudo evitar  recordar lo ocurrido horas antes, cuando ella le anunció su intención de separarse.

Después de quince años de  un matrimonio convencional y sin hijos, encontré un  amante sin buscarlo.  De una forma tonta. Una avería en el coche. Un conductor que me ofrece amablemente su ayuda. Conversación  banal, un café para agradecerle el tiempo perdido. Más conversación banal. Risas espontáneas que ya tenía  olvidadas. Un encuentro que parece casual,  unos días mas tarde, y   un sentimiento de atracción casi animal, que termina como suelen terminar ese tipo de atracciones, en la cama de un hotel.

Me reencontré  con mi dormida sexualidad  a la vez que, poco a poco, la atracción animal se convirtió  en un sentimiento suficiente como  para darme cuenta de que ya no amaba a mi marido, aunque tampoco amase a mi amante.

Siempre he sido directa, así que se lo dije directamente, sin anestesia, y El, que a sus 42 años se había acostumbrado a la rutina del matrimonio, no lo encajó, discutimos,  me mantuve inflexible y se marchó.



Fue un accidente tonto.  Un conductor que no respeta un paso de cebra y el coche golpea a Alejandro, que no ve nada pensando en lo que le acaba de decir su mujer. Hace una pirueta en el aire y  cae de cabeza al asfalto.

Después…la ambulancia.



Tarde  cinco meses en restablecerme. Aparentemente no hubo daños  cerebrales permanentes, pero tuve que hacer una lenta recuperación en la que Nieves siempre estuvo a mi lado. La única secuela fue un ligero temblor en la mano izquierda, que ni siquiera era permanente.



Un año mas tarde,   vivía en un pequeño apartamento, solo. La separación fue todo lo amistosa que puede ser una separación, y como yo era hombre de principios, no la había vuelto a ver. 

Seguí  con mi negocio  y busqué nuevas aficiones, ya que no me gustaban los bares ni  salir de parranda. Encontré en el ocultismo una apasionante forma de matar el tiempo. Comencé de una forma casual, cuando en la librería estuve ojeando un libro de parapsicología en el que se buscaban razonamientos científicos para explicar los fenómenos paranormales



El cine estaba lleno. Estrenaban una producción hollywoodiense con tintes de terror y posesión infernal. Una imitación más de “El Exorcista”

Me había aficionado a este tipo de películas.

Me senté en mi butaca,  a un lado un señor de mediana edad  y al otro, una bonita joven embutida en una corta falda que le permitía lucir pierna. Iba acompañada de la que parecía una amiga.

La proyección comenzó puntual y a medida que se desarrollaba la trama y se sucedían las muertes,  con los golpes de efecto correspondientes, los gritos de espanto de mis vecinas iban en aumento.

En un momento en que no sucedía nada de particular en la pantalla y la sala permanecía en silencio, mi vecina hizo tres cosas, por este orden: gritó,  me insultó y se levantó rápidamente de su butaca saliendo al pasillo central.


Un instante después del grito, vi como mi mano izquierda se retiraba de su muslo con rapidez, acción que me dejo totalmente desconcertado, tanto como su grito y el exabrupto posterior.

Podía sentir como me taladraban las miradas de la gente que estaba sentada a mi alrededor,  y en unos segundos me di cuenta de que algo iba mal. Me levanté, de la butaca con rapidez y salí del cine.

Al pasar por el hall vi como la joven estaba hablando con el personal de la sala y aceleré el paso para perderme entre la gente de la calle.

…………………

Continuara 







H. Chinaski

 Las fotografias han sido tomadas de Photobucket y Spanish Deviants

sábado, 2 de enero de 2010

EL DESVAN

Objeto que caminas por otro, buscando un destino que te es negado. Oscuridad que buscas quien te ilumine. Alma errante que arrastras tu lamento. Fuiste y ya no eres.




- ¿Por qué yo? - Te preguntas.
- Tú has sido un error. No deberías pensar
- Pero soy capaz de hacerlo, de sentir, de conocer la diferencia entre el bien y el mal, de amar.
- Eso es incorrecto.
- Pero entonces ¿Qué sentido tiene?
- Para ti ninguno. Debes comportarte como lo que eres y para lo que has sido creado. Sigue tu instinto.
- ¿Y que soy?
- Dímelo tu

A mi alrededor, sigue habiendo oscuridad. A veces, creo que yo mismo me contesto a mis preguntas. No se oye nada. La oscuridad acompañada del silencio es aterradora. Pero yo no puedo saber lo que es el miedo, y sin embargo lo siento. Cada vez que he descubierto una nueva sensación es por que la he podido comparar con su contraria.

He escuchado palabras sin entender. He sentido emociones que no se de donde venían. Algunas han hecho que estuviese bien, otras me han producido desazón.

He sentido dolor y bienestar, alegría y tristeza. He intentado llegar a conocer y comprender el funcionamiento de mi mundo, sin conseguirlo. En ocasiones, cuando he creído que hacia lo que tenia que hacer, he sido castigado. Otras, sin saber por que, he sido premiado. He intentado establecer una pauta para evitar los castigos, pero ha sido inútil, yo no muevo los hilos de mi existencia.

Llevo ya demasiado tiempo aquí, pero debería darme igual. El tiempo es un concepto que para mi no existe. Tengo que volver a pensar que hice mal la última vez. Noto que me falta algo y que a la vez esta cerca de mi. Se que no fue culpa mía. No puedo ni hacer ni deshacer nada puesto que dependo siempre de la voluntad de otro.

Si al menos pudiese moverme.

Hay mucha humedad. No me sienta bien, mis articulaciones sufren. Noto también un olor fuerte, agrio, ignoro lo que es.

Oigo un ruido cercano a mi.
Son pasos, pero muy ligeros.
Avanzan, se detienen, avanzan.
Se oye un ligero chasquido y a continuación un golpe seco, - Chask - seguido de los mas horripilantes chillidos que había escuchado nunca. Después, otra vez el silencio.
Ha vuelto a ocurrir.
Nunca me acostumbro.

Ahora el estruendo es mucho mayor.
Se oyen pasos de varias personas.
Son ellos.
Intento moverme pero es inútil.
Quizás esta vez me vean y me rescaten de este suplicio.

La puerta se abre de golpe y un torrente de luz inunda la estancia.
Los niños pasan corriendo buscando algo, su padre los sujeta, y yo desde mi posición puedo ver el dantesco espectáculo.

Lo ven enseguida

- ¡Mira, papa, mira, está ahí!

El pobre ratón yace despanzurrado presa del cepo donde ha sido cazado.
Una mano enguantada lo recoge, lo mete en una bolsa y se disponen a salir.
Yo intento llamar su atención, pero es inútil.

Fotografia de Victor Robles

Entonces recuerdo.
Me miro y veo a mi lado una pierna de madera, rota.
Una lágrima imposible surca mi rostro sin vida
Ya se que soy
Solo soy un muñeco.
Un juguete roto tirado en un desván


H. Chinaski